Search

Mantenerse a salvo durante la cobertura del coronavirus: lecciones de la experiencia latinoamericana

  Read in English

Nueve fotoperiodistas en México que han estado cubriendo la pandemia fueron perfilados como parte de un artículo en el periódico mexicano El Economista, como un esfuerzo para honrar su papel fundamental al informar a la sociedad. Fernando Villa del Ángel/El Economista

 

A mediados de marzo, Adriana Hernández, una fotoperiodista del periódico mexicano El Universal, fue enviada a documentar la pandemia de COVID-19 en el campo. Ese mismo día, un editor le dio una mala noticia: el periódico recortaría su salario un 30%. Hernández tuvo que decidir entre continuar trabajando —por menos dinero y sin ningún apoyo de su periódico para conseguir los guantes, lentes, cubre bocas y ropa de protección necesarios— o rehusarse y seguramente enfrentarse al despido.

Durante la pandemia del coronavirus, periodistas de todo el mundo han sufrido recortes salariales o han perdido sus empleos. Aquellos que continúan trabajando han tenido que encontrar la manera de mantenerse a salvo. Para muchos, esto significa trabajar desde casa o, si tienen que salir, aprovechar los protocolos y equipo de seguridad provistos por sus publicaciones. Pero otros reporteros han sido enviados a conferencias de prensa, hospitales, cementerios y a dondequiera que se encuentren las historias —sin equipo de seguridad o seguro médico—.

Pareciera que los periodistas latinoamericanos se encuentran entre los más afectados durante esta pandemia, registrando el mayor número de muertes por COVID-19. Un reporte de la Federación Internacional de Periodistas (FIP), publicado en agosto, encontró que 171 periodistas en Latinoamérica han fallecido por COVID-19 —más que en cualquier otra región, seguida, recientemente, por India—. Los países latinoamericanos con las cifras más altas son Perú, Ecuador, México y Brasil.

La pandemia es mucho más peligrosa para los periodistas latinoamericanos por la falta de respeto a la libertad de prensa en muchos países de la región, que han enfrentado desde hace tiempo faltas significativas, entre ellas, censura, violencia y problemas de acceso a la información. México es el país donde la vida de los periodistas corre más riesgo. No obstante, Latinoamérica no es un monolito, y no todas las partes de la región son igualmente peligrosas. Pero la situación general en Latinoamérica está empeorando. La Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2020 de Reporteros sin Fronteras dice que 2020 “muestra un deterioro generalizado de la situación de la libertad de prensa en América Latina”, con excepción de Costa Rica y Uruguay, que han visto mejoras.

En una pandemia, la falta de libertad de prensa y ausencia de protección laboral son particularmente peligrosas porque muchos periodistas sienten que no se pueden quejar, aún cuando sus vidas peligran. “Muchos compañeros tienen temor de cubrir esto [el COVID-19] y no lo expresan a sus editores”, dice un periodista de la Red de Periodistas de Quintana Roo, en México, que habló de forma anónima por miedo a represalias. El periodista me dijo que hay una idea generalizada de que los editores les dirán “‘atrás de ti hay cientos de personas que están deseosas de tener una fuente de trabajo, siéntete entre los afortunados’, cuando en realidad te están diciendo ‘ve y arriesga tu vida y tráenos una nota de 2.000 caracteres’”. Muchos periodistas en gran medida han dejado de defender sus derechos —porque ¿para qué molestarse?—.

Pero para algunos periodistas y organizaciones de periodismo, la pandemia ha servido como motivación para llamar la atención sobre sus inquietudes, en vez de tragárselas.

 

Negociar condiciones laborales y mantenerse a salvo

Una cosa que las naciones latinoamericanas tienen en común es que “el periodismo ha sido considerado como un servicio esencial, pero no ha recibido un trato como tal”, dice Zuliana Lainez, vicepresidenta senior de la FIP.

Incluso en países donde los periodistas son más propensos a ser empleados por compañías mediáticas, como Brasil, Uruguay, Chile y Paraguay, sus necesidades no siempre son cubiertas. Lainez dice que nunca había visto a los periodistas experimentar “el nivel de estrés que hay ahora”. Pero las empresas mediáticas se han preocupado más por mantener el negocio andando que por la seguridad de su personal y trabajadores independientes, dice. “La cobertura de una pandemia es una cobertura de riesgo, ¿qué mayor amenaza quieres que el riesgo a perder la vida si te contagias? Entonces, no puedes mandar a los reporteros sin un seguro de riesgos, y lo están haciendo”.

Por ejemplo, está el caso de Hernández que trabaja a tiempo completo para su periódico. Por su pasión y compromiso, decidió continuar trabajando a pesar del recorte de su sueldo. Pero también se dio cuenta de que merecía recibir protección por parte de su periódico. “Trabajo que me piden, trabajo que yo entrego”, dice.

Teniendo en mente el valor de su trabajo para el periódico, Hernández solicitó que se le diera un kit de equipo de seguridad contra el coronavirus. Debido a la crisis financiera que atraviesa el periódico, solo pudieron darle 1.000 pesos mexicanos ($46 dólares estadounidenses) para que comprara lo que necesitaba. Pero eso fue más que lo que cualquiera de sus compañeros recibió.

Y fue mucho más de lo que los periodistas independientes reciben. Lainez dice que los periodistas en el área Andina —Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia— y algunas partes de Centroamérica son particularmente vulnerables porque suelen ser periodistas auto gestionados. Ellos “no tienen una empresa detrás, y han seguido cubriendo la pandemia en todos los focos infecciosos: hospitales, mercados, vía pública; pero respondiendo ellos mismos por sus condiciones de seguridad”.

Tal es el caso de Marco Antonio Morán Huanaco, un periodista independiente de Mazamari, Perú, quien por 20 años ha sido el responsable de pagar por el tiempo al aire de su programa Libertad de Expresión en Radio Integración. La publicidad lo ayudaba a generar los ingresos, pero con la llegada de la pandemia y la reducción en la pauta publicitaria comenzó a depender de su trabajo en la compraventa de terrenos para continuar con el programa. Para mantenerse a salvo, “sinceramente yo he hecho mis mascarillas”, dice. (Periodistas auto gestionados e independientes alrededor del mundo pueden tener acceso a fondos de apoyo de la International Women’s Media Foundation o el Rory Peck COVID-19 Hardship FundTambién pueden revisar los materiales y convocatorias de SembraMedia, los subsidios de la National Endowment for Democracy y las convocatorias constantes en el sitio web de la Red Internacional de Periodistas.)

Puede ser intimidante para un periodista —de planta o independiente— que no se puede dar el lujo de perder su trabajo o que no quiere perder su tiempo al aire o arriesgar sus sitios independientes de noticias, el acercarse a un editor y demandar mejores condiciones laborales.

Los medios que contratan a periodistas independientes también tienen la obligación ética de proteger a dichos trabajadores, dice Andalusia Knoll, coordinadora de la organización Frontline Freelance México. Pero los periodistas por lo general no son conscientes de eso, o no saben cómo solicitarlo. “Estás tan asustado de que vas a perder tu trabajo que ni siquiera estás pensando en tu propia seguridad”, dice Knoll.

Incluso antes de la pandemia, Frontline Freelance México había estado ofreciendo seminarios web y talleres a periodistas freelance para entrenarlos en cómo negociar sus contratos con los editores y cómo solicitar la protección necesaria para realizar su trabajo, incluyendo un pago por riesgos cuando este sea apropiado. Knoll aplica su propio consejo: como periodista independiente durante la pandemia “he cobrado más de lo que normalmente cobro debido al nivel de riesgo”, dice. Los periodistas independientes no deberían temer que al hacer estas peticiones vayan a arruinar su relación con sus editores o que vayan a ser percibidos como muy demandantes o groseros, dice —es un asunto de negocios y las publicaciones deberían entenderlo—.

Aún así, puede ser intimidante para un periodista —de planta o independiente— que no se puede dar el lujo de perder su trabajo o que no quiere perder su tiempo al aire o arriesgar sus sitios independientes de noticias, el acercarse a un editor y demandar mejores condiciones laborales. Lainez señala que la lección colectiva más importante que los periodistas han aprendido en los últimos siete meses es a permanecer unidos. “Tenemos que dejarnos de esa historia del individualismo ‘yo compito contigo para obtener la historia’”. Eso es lo que periodistas en toda la región han comenzado a hacer, al compartir consejos de seguridad, fuentes e información para hacer su reporteo e, incluso, equipos de seguridad. Organizaciones periodísticas como Artículo 19 (la rama latinoamericana de la organización británica de derechos humanos Article 19), Frontline Freelance México y el Comité Internacional para la Protección de periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) están haciéndose presentes para proveer a los periodistas con guías de seguridad y ética gratuitas para la cobertura de la pandemia.

Al igual a como sucede en Estados Unidos y otras partes, los periodistas están trabajando juntos para asegurarse que la menor cantidad de personas posibles se expongan al virus. A principios de la pandemia, el periódico mexicano El Heraldo de México envió a casi todos a casa e implementó medidas estrictas para proteger a quienes estaban haciendo trabajo de campo. Daniel Ojeda, un fotoperiodista de dicho periódico, dice que el truco para seguir publicando información de alta calidad fue trabajar en equipo.

Por ejemplo, él trabajó en una historia sobre cómo un avión de la Fuerza Aérea Mexicana transportó insumos médicos a diferentes hospitales construidos por el ejército a lo largo del país. Ojeda —que viajó en el avión para tomar las fotografías— le narró toda la travesía al reportero que se quedó en casa y le ayudó a conseguir las entrevistas a la distancia.

 

Reportear a pesar de las barreras

Mantenerse a salvo no es el único reto para los periodistas latinoamericanos durante la pandemia. A menudo, los periodistas que tratan de reportar sobre la ciencia de la pandemia deben competir con los gobiernos latinoamericanos que los desacreditan, no publican información confiable y accesible, difunden noticias falsas y constantemente se rehúsan a contestar preguntas. Aunque esto les puede sonar familiar a los periodistas de Estados Unidos, el mapa de La Clasificación Mundial de Libertad de Prensa 2020 muestra que dichos problemas se agravan en la mayoría de los países de Latinoamérica

Mantenerse a salvo no es el único reto para los periodistas latinoamericanos durante la pandemia. A menudo, los periodistas que tratan de reportar sobre la ciencia de la pandemia deben competir con los gobiernos latinoamericanos que los desacreditan, no publican información confiable y accesible, difunden noticias falsas y constantemente se rehúsan a contestar preguntas.

La FIP, que ha estado rastreando los bloqueos informativos, encontró que todos los países en la región han tenido problemas de acceso a la información, dice Lainez. Para empezar, los gobiernos latinoamericanos han estado insistiendo en que los periodistas hagan referencia solo a fuentes oficiales —que en la mayoría de los casos se traduce a fuentes gubernamentales— para reportar sobre el coronavirus. Los gobiernos no quieren que los periodistas reporten desde los centros médicos, cementerios y otros puntos centrales que podrían mostrar una realidad diferente a la que les están mostrando oficialmente a las personas. “Ningún experto puede dar información de COVID-19, ni el director del centro de salud, solamente las personas autorizadas del estado”, dice Morán Huanaco. Los periodistas son perseguidos y estigmatizados si hacen preguntas o informan a las audiencias sobre estas omisiones de información. Venezuela y Perú incluso han detenido a algunos periodistas por hacer esto, algo que Morán Huanaco experimentó en carne propia.

Cuando Morán Huanaco se enteró de un posible primer caso de coronavirus en el distrito de Mazamari, al centro de Perú, habló con la directora médica del hospital local para confirmar la noticia y publicó la historia en su página pública de Facebook. Al día siguiente, la policía lo arrestó bajo los cargos de perturbación al orden público por la publicación del artículo. Fue puesto en libertad el mismo día, pero no antes de que la policía tomara su fotografía para el archivo. Al día siguiente, esa misma fotografía fue circulada como un comunicado de prensa a todos los medios de comunicación del país aseverando que “un ciudadano” había sido detenido por difundir noticias falsas. “Sin siquiera reconocer su condición de periodista,” dice Lainez. La Asociación Nacional de Periodistas de Perú se pronunció contra el comandante de la policía por abuso de autoridad. De acuerdo con Lainez, Morán Huanaco fue el primer periodista detenido bajo los cargos de perturbación al orden público en 10 años.

Es incluso peor en Venezuela. “Venezuela, en este momento en Latinoamérica, es el país que tiene más periodistas detenidos en el marco de la pandemia”, dice Lainez. A menudo, sus familias desconocen su paradero hasta por dos días.

En muchos países latinoamericanos, también hay una cultura de rehusarse a responder a la prensa. En El Salvador, por ejemplo, los oficiales de gobierno han comenzado a bloquear a los periodistas de sus cuentas de Twitter. Incluso las conferencias de prensa virtuales dan muy poca oportunidad para hacer preguntas. De acuerdo con Lainez, los periodistas en la región típicamente deben enviar sus preguntas por WhatsApp una hora antes de que inicie la conferencia, y está prohibido hacer preguntas de seguimiento. Las preguntas más críticas simplemente no son tomadas en cuenta. Todo esto está sucediendo mientras los gobiernos esparcen desinformación —un problema antiguo en Latinoamérica, aunque antes solo se quedaba en el terreno de la política—. Los gobiernos de México, Venezuela, Brasil y Nicaragua, por mencionar algunos, están esparciendo desinformación sobre coronavirus y restándole importancia a la pandemia. Las autoridades incluso han promovido el uso de tratamientos peligrosos o inefectivos para COVID-19 (algo que también les sonará familiar a los periodistas de EE.UU.).

Los periodistas científicos de Latinoamérica saben que no hay respuestas fáciles para lidiar con estos tipos de desinformación. Como estrategia para combatirla, algunos sitios de verificación de datos que existían previamente a la pandemia, como Verificado, Ojo Público y Agence France-Press Fact Check han volcado sus esfuerzos al COVID-19. Otros esfuerzos surgieron en el contexto de la pandemia, como COVIDconCIENCIA, Coronavirus en Paraguay de El Surtidor y Comprueba de Salud con Lupa.

 

El estatus errático del periodismo de ciencia en Latinoamérica

El periodismo científico ha batallado por mucho tiempo para encontrar su lugar en la región latinoamericana. Un mapeo de los periodistas de ciencia alrededor del mundo realizado en 2012 por la London School of Economics recibió solo 179 respuestas de periodistas de 10 países de la región. Luisa Massarani, la coordinadora regional para Latinoamérica y el Caribe de SciDev.Net, y también colaboradora del mapeo, dice que, desde entonces, el periodismo de ciencia ha crecido de manera desigual a lo largo de Latinoamérica, aunque aún se necesita una investigación a profundidad para determinar las razones de estas diferencias.

Países como México, Colombia, Argentina, Chile y Brasil han ido priorizando más la presencia del periodismo de ciencia en las redacciones y han creado redes de periodistas de ciencia nacionales, pero las empresas mediáticas en Paraguay y El Salvador, por ejemplo, aún no están interesadas en cubrir ciencia.

De acuerdo con Will Monterroza, un periodista científico independiente en El Salvador, históricamente, las noticias de ciencia en su país se han limitado a artículos reimpresos de agencias internacionales de noticias. Durante la pandemia, la mayoría de los medios salvadoreños han cubierto el coronavirus desde un enfoque político, haciendo a un lado a la ciencia. (Para hacer frente a la falta de noticias de ciencia en El Salvador, Monterroza lanzó un medio de periodismo científico digital, El informe news, en 2015. Desde que inició la pandemia, ha estado publicando historias y videos. Financia el sitio con lo que gana de sus trabajos multimedia y como profesor).

A pesar de esto, algunos periodistas ven al coronavirus como una oportunidad para resaltar la importancia del papel de la ciencia en la sociedad. “La pandemia dio más visibilidad a la importancia de la ciencia para combatir la enfermedad y la relevancia de la cobertura periodística de temas de ciencia y de salud. La pandemia de [noticias falsas] asociada a la pandemia de COVID-19 también ha dado visibilidad a la importancia de un periodismo científico de calidad”, dice Massarani.

También les ha dado a los reporteros nuevas oportunidades para conectar entre ellos a través de reuniones virtuales, seminarios web y talleres. Por ejemplo, en mayo el Foro Hispanoamericano de Periodismo Científico, edición Covid-19 reunió por Zoom a periodistas de Latinoamérica, España y el Caribe. El foro también ofreció talleres enfocados en equipar a los periodistas de ciencia con las herramientas necesarias para mejorar su cobertura de COVID-19, entre ellas, cómo interpretar y comunicar las estadísticas de contagio, o cómo usar herramientas avanzadas de Google para encontrar noticias falsas y verificar la información.

Poco a poco, esta pandemia les ha mostrado a los periodistas de Latinoamérica y otras partes del mundo lo importantes que son para la sociedad. Hernández espera que este momento motive a los periodistas a cuidarse más y a demandar lo mismo de sus publicaciones. Este es un tiempo aterrador para ser periodista, pero “este es un evento histórico”, dice, y hará todo lo posible para seguir cubriéndolo.

 

 

Myriam Vidal Valero Rodrigo Pérez Ortega

Myriam Vidal Valero es periodista independiente de la Ciudad de México. Es miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia. Es amante del fotoperiodismo, de leer libros sobre la historia de la ciencia y reportar sobre las curiosidades del mundo. Ha escrito historias para The New York Times, Science, ¿Cómo ves?, Muy Interesante and Medscape, entre otros. También es fellow del programa Rosalynn Carter en periodismo de salud mental. Síguela en Twitter como: @myriam_vidalv.

Skip to content