
En algún momento durante mis estudios de doctorado tuve una epifanía: me gustaba aprender sobre ciencia más de lo que me gustaba hacerla. Aunque en la universidad había tenido un desempeño excelente en clases de ciencia, no estaba preparada para la monotonía del trabajo de laboratorio y el embudo de preguntas de investigación, progresivamente más estrechas, que se sentían cada vez más alejadas de las preguntas que me habían motivado a hacer ciencia en un inicio.
Para el final de mi tercer año, lo único que quería hacer —mientras corría muestras, al mismo tiempo que posponía escribir código de computadora— era leer artículos populares de ciencia. Las historias de diversos temas, desde las neurociencias hasta la astronomía, me cautivaban tanto como mi propio trabajo sobre los núcleos de hielo. Siempre me había gustado escribir y me preguntaba si, tal vez, debería intentar escribir sobre ciencia.
Esta no es una historia poco común de acuerdo a Rob Irion, quien dirige el Programa de Comunicación Científica de la Universidad de California, Santa Cruz. Muchos de sus estudiantes, especialmente aquellos que han terminado o están estudiando un doctorado, dicen que en lugar de leer literatura de su propio campo, “pasan mucho tiempo en las salas de seminarios de su departamento devorando toda la demás información y dándose cuenta de que están realmente interesados en todo”, dice Irion. Esto podría ser lo más parecido a una prueba de fuego para determinar si tú, como yo y muchos otros, podrías ser un escritor de ciencia atrapado en el camino de una carrera científica.
Hacer la transición a escribir sobre ciencia puede parecer intimidante; ciertamente requiere de determinación y esfuerzo. Pero tomar algunos pasos críticos, como hacer contactos y perfeccionar tus habilidades de escritura, puede ayudar a que el próximo experimento de un científico —ahora en una página— sea exitoso.
Obtén la primicia desde adentro
Si hay algo que la ciencia te enseña es cómo aprender algo nuevo. Ahora, en vez de explorar cómo disparan las neuronas o porqué los volcanes explotan, necesitas aprender qué hacen los escritores de ciencia en realidad y cómo lo hacen.
Un buen lugar para empezar es una revisión de la literatura, incluyendo la nota para escritores primerizos de Carl Zimmer y la colección de historias sobre el origen de escritores de ciencia de Ed Yong. [Nota editorial: la publicación original de blog de Yong ya no existe, pero TON trabajó con él para crear una nueva colección de historias de los orígenes, la cual se publicó en febrero de 2021]. También puedes estudiar el reciente artículode Irion, orientado específicamente a científicos con un interés en la comunicación. Y deberías conseguir una copia del excelente Science Writers’ Handbook [Manual de Escritores Científicos]
A continuación, haz un poco de trabajo de campo y conoce a escritores de ciencia en su hábitat natural. Irion recomienda unirse a un grupo local de escritores de ciencia (la mayoría de las principales áreas metropolitanas del mundo tienen uno), o ponerte en contacto con personas que manejen relaciones públicas (a menudo llamados funcionarios de comunicaciones, de divulgación o de información pública) de tu institución o compañía. Ellos pueden darte una idea de las diferencias entre las relaciones públicas y el periodismo, y a menudo tienen experiencia en ambos campos.
Irion también recomienda unirse a la National Association of Science Writers (NASW; las membresías para estudiantes nuevos cuestan solo $20 dólares el primer año) y asistir a la reunión anual Science Writers, una colaboración entre la NASW y el Council for the Advancement of Science Writing. Allí puedes hablar con decenas de escritores. “Te irás con una perspectiva realmente diferente sobre lo que hacen las personas en esta profesión”, dice Irion. “Es increíblemente catalítico”.
También puedes acercarte a escritores individuales que vivan cerca de ti (puedes encontrarlos en el directorio de la NASW) o que cubran temas que te interesen. “No puedo decirte a cuántas personas les he enviado correos electrónicos de la nada”, dice Bethany Brookshire, una farmacóloga convertida en escritora, ahora en Science News. “Han sido tan amables en respuesta”.
Si puedes, tómate un café o programa una cita informal para comer con alguno de estos escritores y pregúntales sobre su carrera profesional y lo que hacen día a día. Este tipo de conversaciones me ayudaron a desmitificar la escritura de ciencia y siempre salí cargada de nuevos consejos y muchas pistas sobre posibles pasantías, becas y medios a los cuales proponer historias o “pitchear”.
También está lo que le sucedió a la freelancer Helen Shen, una exneurocientífica que radica en la bahía de San Francisco. Ella se sentó con Emily Singer de Quanta Magazine, que casualmente era la hermana de una amistad suya. Singer le platicó a Shen sobre distintas pasantías y oportunidades de posgrados que eventualmente persiguió.
La experiencia de Shen es un buen recordatorio de no descartar tu red personal cuando estás empezando una nueva carrera. “Te sorprenderá saber cuántas personas conocen a alguien que se dedica al periodismo de ciencia”, dice ella.
Pon la pluma en el papel
Por supuesto, hablar sobre escribir de ciencia solo te lleva hasta cierto punto. En algún momento tienes que poner la pluma sobre el papel y ver si realmente te gusta hacerlo. Las clases de escritura pueden ser una excelente manera de tentar las aguas, dice Jill Adams, una farmacóloga que trabajó en la industria y después como profesora de la Universidad de Nueva York durante ocho años antes de dar el salto a escribir sobre ciencia. (Adams tomó un curso en línea de escritura de no-ficción que ofrece el Gotham Writers Workshop; muchas otras organizaciones y escuelas públicas ofrecen oportunidades similares).
Si todavía estás estudiando un posgrado, no busques más allá del departamento de lenguas de tu universidad o el periódico estudiantil. “Estás en un ambiente acogedor y seguro para aprender y obtener esa experiencia y hacer esas conexiones sin tener que estar flotando en el mundo real”, dice Eric Hand, un reportero de Scienceque tomó clases de periodismo y cubrió las artes para el Stanford Daily mientras cursaba un doctorado en geofísica. Los estudiantes también pueden explorar oportunidades para escribir en la oficina de prensa o alguna revista de exalumnos de su escuela.
Los talleres de escritura científica son otra forma de explorar la profesión y empezar a hacer contactos. Shreya Dasgupta, una investigadora de vida silvestre radicada en Bangalore, India, asistió a un taller de dos semanas donde recopiló consejos y conoció mentores y compañeros que la ayudaron a empezar su carrera freelance. Yo tuve una experiencia similar en el Santa Fe Science Writing Workshop, un evento de una semana con instructores destacados que te enseñan los conceptos básicos de la escritura de ciencia y te dan retroalimentación sobre tu trabajo.
De forma alternativa, algunos escritores en potencia crean sus propias oportunidades en línea. En 2008, Brookshire empezó a bloguear bajo el seudónimo Scicurious después de conocer a un escritor de Scientific American que la alentó a desarrollar sus habilidades de esa forma. “A partir de ese momento, escribí de dos a tres historias por semana, todo mientras hacía mi doctorado y de nuevo durante mi posdoctorado”, dice ella.
Obtuvo un grupo de seguidores y descubrió que le encantaba escribir, lo suficiente como para rechazar un puesto académico que le ofrecieron después de su posdoctorado. “Para entonces, ya había estado escribiendo en línea durante unos cinco años, simplemente me había obsesionado con la alegría de compartir la ciencia con el mundo”.
Afila tus destrezas
Si hablar con escritores profesionales y probar con la escritura solo aviva las llamas, es hora de perfeccionar tus habilidades de redacción y reporteo. Cada científico persigue esto de distintas maneras, pero en general hay tres estrategias que puedes seguir de forma individual o en combinación: pasantías, programas de posgrado de escritura de ciencia y el enfoque DIY o “hazlo tú mismo”.
Muchas revistas y periódicos ofrecen pasantías (aquí hay una lista parcial), y la NASW organiza una feria de pasantías en la reunión anual de la American Association for the Advancement of Science (AAAS). Una oportunidad que es particularmente relevante para aquellos con una formación científica es la AAAS Mass Media Fellowship, que coloca a estudiantes de ciencias en medios de comunicación como NPR, National Geographic y, en mi caso, Los Angeles Times, durante 10 semanas donde estarán muy ocupados.
Pasantías como ésta ofrecen un curso intensivo de periodismo para científicos. Y para aquellos que quieren seguir escribiendo después de que acaba la pasantía, las historias que han escrito pueden ser utilizadas como clips o muestras de trabajo para conseguir su próximo trabajo en periodismo —o para perseguir una formación periodística más formal—. Después de que Shen terminó su beca de la AAAS en The Philadelphia Inquirer, se inscribió al Programa de Comunicación de un año en la Universidad de California, Santa Cruz.
Los programas de posgrado en periodismo en ciencia, salud o medio ambiente también están disponibles en otras universidades, incluyendo el MIT, la Universidad de Colorado en Boulder, la Universidad de Boston, la Universidad Johns Hopkins, la Universidad de Nueva York y la Universidad de Georgia, y muchos involucran una combinación de clases y pasantías.
Aunque Irion enfatiza que las personas deben escoger el camino que sea el más adecuado para ellas —y sopesar cuidadosamente los costos de sus estudios— él piensa que “un programa bien organizado de entrenamiento brinda un conjunto de herramientas muy completo” que acelera el aprendizaje de los estudiantes. “Veo a estudiantes que estuvieron en mi programa consiguiendo buenos trabajos después de una pasantía”, dice Irion. (Ver: “Ask TON: What Does a Science Writing Master ‘s Program Get You?”).
Sin embargo, muchos escritores de ciencia han construido carreras exitosas sin participar en estos programas. “Nunca me he sentido en desventaja”, dice la freelancer Jennifer Carpenter, quien estaba haciendo su doctorado en genética evolutiva en la Universidad de Edimburgo cuando empezó a escribir comunicados de prensa para la Fundación Europea de Ciencias. Luego hizo pasantías en la BBC y Science.
En el camino, se hizo cargo de su propia educación, de encontrar mentores y de estudiar el oficio de periodismo. “Leo bastante religiosamente la Columbia Journalism Review”, dice, y ha escuchado On The Media de NPR y Feedback de BBC Radio, que presentaba comentarios y críticas sobre la programación de la BBC. Carpenter también leyó —y sigue re-leyendo— códigos de ética (el código de la NASW está aquí) para mantenerse al día con las reglas de la profesión, y trató de absorber la sabiduría de sus editores.
Enfrenta los desafíos
Los científicos que abandonan la torre de marfil por la escritura de ciencia —o cualquier otra carrera— a menudo se enfrentan con barreras para irse. Los estudiantes de posgrado a menudo están condicionados a pensar que cualquier cosa que no sea una plaza de investigador es un fracaso —sin mencionar la decepción de sus asesores, amigos y familiares, o de ellos mismos—. “Muchas personas, incluyéndome a mí, entraron a la academia sin haber querido hacer nada más en sus vidas”, dice Brookshire.
Pero hay más desafíos para los que los científicos deberían estar preparados mientras continúan con su metamorfosis. Por ejemplo, muchos luchan por conectarse con audiencias no especializadas y tienen que recalibrar su sentido de lo noticioso. Adams dice que solía usar a su esposo —un no-científico— para sondear sus ideas de historias. Hacerlo la ayudaba a darse cuenta qué temas solo le interesarían a una audiencia especializada y le recordaba que había algunos conceptos que ella daba por sentado, pero que eran desconocidos para muchos lectores.
Muchos científicos y científicas también sufren de alguna forma de perfeccionismo —y una atención al detalle casi patológica— que puede ser debilitante a la hora de escribir. “He observado muchas batallas mentales para comprender que no todos los artículos que produzcas van a ser el definitivo del tema X”, dice Irion. Puedes hacer un buen trabajo sin agonizar, dice. “De hecho, tienes que”.
Eso es especialmente cierto cuando hay que ajustarse a los deadlines cortos del periodismo, después de haber trabajado al ritmo glacial de la investigación científica por tanto tiempo. Shen se sorprendió por los tiempos de entrega tan rápidos en The Philadelphia Inquirer. “En el periódico, en cuanto tu editor te dice que trabajes en algo, ya vas tarde”.
Muchos científicos también necesitan deshacerse de sus hábitos de timidez —por ejemplo, al aprender a realizar entrevistas por teléfono, en vez de por correo, y hacer preguntas difíciles que sus fuentes tal vez no quieran responder—. También pueden llevar consigo un sentido de precaución arraigado cuando se trata de hablar de las implicaciones más amplias de la investigación científica; sin embargo, como periodistas es su trabajo mostrarles a los lectores por qué la ciencia es importante a mayor escala.
Pero si bien tener una formación científica presenta sus desafíos particulares, también confiere beneficios particulares. Desde un inicio, Adams ya sabía que debía preguntarles a los científicos sobre el proceso que los llevó a sus nuevos resultados y las complicaciones que seguramente ocurrieron en el camino. “No es que estuviera cuestionando lo confiable o la calidad de su trabajo, pero sabía que había más historia detrás de ese artículo científico pulido que publicaron”, dice ella.
Además, los excientíficos también tienen habilidades prácticas que son útiles, como una formación sólida en conceptos científicos básicos y métodos de investigación, así como una profunda comprensión de su propio campo. Los escritores con formación científica también pueden descifrar qué significan las estadísticas y digerir rápidamente artículos científicos técnicos que a otros periodistas les puede llevar horas procesar.
Sin embargo, más allá de eso, los científicos y periodistas comparten algunos rasgos fundamentales. Shen menciona cualidades como la curiosidad, el escepticismo y la persistencia, particularmente ante respuestas poco convincentes, con las que dice que se encontró ocasionalmente, por ejemplo, mientras reporteaba historias sobre políticas para Nature. “Creo que tanto los científicos como los periodistas están sintonizados para insistir con respecto a eso”, dice.
Un paso a la vez
El territorio entre hacer ciencia y escribir sobre ciencia puede parecer misterioso e imponente, pero muchos científicos lo han navegado exitosamente, cada uno siguiendo su propio camino. Probablemente no existe un camino equivocado, pero tampoco existe un mapa claro de cómo hacerlo. “Cada persona es una n de 1”, dice Shen.
Al principio, ese hecho me dio ansiedad. Pero después encontré una analogía que me ayudó a lidiar con la abrumadora tarea de cambiar de carrera. La descubrí en el blog ScienceGeekGirl, donde Stephanie Chasteen describe su propia transición de la física a la comunicación de ciencia:
Las bacterias —bacterias termófilas o acidófilas, por ejemplo— no “saben” que el punto caliente o la isla ácida está “allá”. No tienen un mapa general de su entorno para dirigir su movimiento en línea recta hacia lo que buscan. En cambio, lo que perciben es un gradiente local —un pequeño cambio, justo a un lado de ellas—. Está un poco más caliente hacia allá. Se mueven ligeramente. Lo sienten de nuevo. Muévete. Siente. Muévete. Y siente. El camino resultante es uno un poco irregular, pero no aleatorio, hacia la cosa que aman. Y el mío también.

Julia Rosen es una periodista freelance que cubre ciencia y medio ambiente desde Portland, Oregón. Sus escritos han aparecido en The New York Times, The Atlantic, Hakai, High Country News y muchas otras publicaciones. Síguela en Twitter como @1juliarosen.