Cómo reportear historias internacionales de forma ética

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Two women smiling at each other while leaning against a wall and grasping each other's arms.
Eugenia Velásquez Orozco y Michelle Nijhuis en las tierras altas de Guatemala. Lynn Johnson

 

En febrero de 2020, Carla Rhodes llegó al estado de Assam, en el noreste de India, para fotografiar cigüeñas marabú argala. Estas aves en peligro de extinción habían encontrado un refugio poco probable en un vertedero en constante expansión, donde buscaban comida. La apariencia de las aves era tan llamativa como su estilo de vida, con sus cabezas desnudas, una mirada profunda y azul, patas delgadas y bolsas del cuello infladas. Pero para Rhodes, el mayor atractivo de la región era una bióloga emprendedora llamada Purnima Devi Barman, que había organizado una comunidad notable de mujeres locales para luchar y traer de regreso a la especie del borde de la extinción.

Era el primer viaje internacional de Rhodes para fotografiar esfuerzos de conservación de vida silvestre y sabía que esa historia podía impulsar su carrera como fotógrafa de conservación de vida salvaje. Pero también estaba inquieta. Reconociendo su privilegio de persona blanca y su condición de forastera, radicada en el estado de Nueva York a medio mundo de distancia, le preocupaba lo que podía pasar por alto, en lo que podía equivocarse y, sobre todo, que su proyecto terminara explotando a las personas cuyo trabajo quería documentar, sin que hubiera un beneficio significativo para ellas o las aves.

“Nunca me voy a sentir bien con simplemente aparecerme en un lugar y tomar lo que necesite”, dice Rhodes. “Era muy importante para mí conocer… a los biólogos, aprender sobre la comunidad, [e] intentar formar parte de la comunidad, si me dejaban entrar”.

Al igual que otros periodistas que trabajan en países en los que no viven, Rhodes navegaba por un terreno complicado: como extranjera, ¿cómo podía asegurarse de que tanto su conducta, como el trabajo resultante fueran lo más éticos posible?

 

Dedica tiempo y esfuerzo para evitar malas interpretaciones

Hay un término para describir a los periodistas que llegan a reportear a un lugar sobre el cual tienen muy poco conocimiento: periodismo de paracaídas. Los periodistas extranjeros no son los únicos que lo llevan a cabo; los reporteros locales también pueden malinterpretar a comunidades, incluso dentro de las fronteras nacionales de sus propios países, como se vio en la cobertura fallida del Estados Unidos rural durante la temporada electoral de 2016 por los medios estadounidenses. Esta práctica a menudo lleva a tergiversaciones culturales, errores factuales y de interpretación, y a la perpetuación de estereotipos. También puede debilitar el verdadero valor del periodismo, dice Myriam Vidal Valero, una periodista mexicana que radica en la ciudad de Nueva York. “[El periodismo] se trata de llevarle historias a la gente, para que podamos tener más empatía y una mejor comprensión entre todos, porque en realidad lo que les estás llevando son distintas formas de pensar [sobre] el mundo”, dice.

Los periodistas de países en desarrollo están demasiado familiarizados con el periodismo de paracaídas y sus consecuencias. En África, por ejemplo, los medios de países occidentales ricos a menudo presentan a los habitantes como si fueran cultural y económicamente monolíticos, a pesar de que existen decenas de países, miles de grupos étnicos y miles de idiomas dentro del continente, dice Verah Okeyo, una periodista científica, maestra y especialista en comunicaciones con sede en Kenia.

La cobertura de COVID ha sido particularmente problemática, dice ella. Al comienzo de la pandemia, cuando muchos países africanos registraron menos muertes que los países occidentales, algunos medios ignoraron repetidamente la experiencia de la atención médica local que surgió de experiencias pasadas con enfermedades transmisibles y brotes zoonóticos, y asumieron que las personas en África, como dice Okeyo, estarían “cayendo como moscas”. Cuando los datos no confirmaron esta suposición, dice, culparon a una mala recopilación de datos, en lugar de contemplar la posibilidad de que algunos países estuvieran manejando bien los riesgos.

Este tipo de representación no solo es ofensiva, sino que también es dañina. Además de que dan la impresión de que hay una infraestructura de salud de mala calidad, los medios de comunicación occidentales a menudo retratan a los países africanos como violentos y corruptos al exagerar tragedias aisladas y sacarlas de proporción, dice Okeyo. El panorama genérico de peligro que pintan estos medios ajenos al continente puede ahuyentar a los turistas y la inversión externa. 

La ética en el reporteo internacional puede ser turbia y no existen pautas universales sobre cómo hacerlo mejor. Pero las mejores protecciones son simples, comenzando con una preparación cuidadosa y siendo consciente de las dinámicas de poder que están involucradas.

La ética en el reporteo internacional puede ser turbia y no existen pautas universales sobre cómo hacerlo mejor. Pero las mejores protecciones son simples, comenzando con una preparación cuidadosa y siendo consciente de las dinámicas de poder que están involucradas. Como reportero, “serás la persona que decidirá qué está representando a esa comunidad en ese momento”, dice Robin Marantz Henig, una periodista freelance que también enseña ética periodística en el programa de periodismo científico de la Universidad de Nueva York. “Hay algo inherentemente desigual en esa relación”.

Mucho antes de un viaje internacional de reporteo, los periodistas deben ponerse al día con el contexto y los antecedentes relevantes para el tema en cuestión. Esto incluye realizar entrevistas previas al reporteo, leer sobre el tema de interés y aprender lo más que se pueda sobre las personas que viven en el lugar de destino —“investigación, investigación, investigación”—, dice Rhodes.

Antes de su viaje, consciente de su falta de familiaridad con el tema, Rhodes mantuvo correspondencia con Barman durante un año y medio para aprender todo lo que pudiera sobre la región y generar confianza con la bióloga asamesa. En su propio tiempo, también leyó mucho sobre las cigüeñas marabú argala y las costumbres locales de Assam para evitar dar pasos en falso, culturalmente hablando.

Cuando llegó el momento de su viaje, se sumergió en las costumbres de la comunidad todo el tiempo que pudo. Haciendo un esfuerzo por adaptarse a la cultura local, aprendió palabras esenciales en asamés e hindi, se vistió de acuerdo a las normas sociales locales, según lo recomendado por su anfitriona, y acompañó a sus fuentes a los templos y centros de divulgación. “Durante toda la primera semana que estuve allí, ni siquiera levanté mi cámara”, dice Rhodes. Su sinceridad y convicción le permitieron crear una relación cercana con las personas de la comunidad. Ahora, tiene una invitación para regresar y emprender proyectos relacionados con el que la llevó a la región.

Visitar una región para comprender las complejidades de una temática también puede ayudar a un periodista a tener un buen contexto antes de siquiera obtener una asignación de trabajo o de representar la región de forma impresa o con imágenes. En 2017, Sophie Yeo, freelancer y actual editora de Inkcap Journal que radica en el Reino Unido, cubrió sus gastos de viaje a la Amazonía brasileña para observar a los científicos que estudiaban cómo proteger mejor al delfín rosado. Era una apuesta, pero profundizó mucho su conocimiento del tema. “Una vez que regresé del viaje de reporteo, la historia resultó ser bastante distinta de lo que había imaginado antes”, dice Yeo, y “una mejor por haber estado allí y haber podido entender los matices del tema”. Al final, acumuló suficiente reporteo para conseguir seis publicaciones diferentes.

Más allá de entrevistar a académicos y leer artículos publicados en revistas científicas, Isabel Esterman, editora de la cobertura del sudeste asiático y africano de Mongabay, y que radica en Egipto, recomienda conseguir la opinión de expertos de la comunidad a la hora de cubrir nuevas políticas, descubrimientos científicos o esfuerzos de conservación. Especialmente con las historias de conservación, ella advierte que una narrativa común —y muchas veces falsa— es que “las personas locales están destruyendo el medio ambiente y las [organizaciones sin fines de lucro] extranjeras están intentando resolver problemas”. Es importante recordar que los locales tienen la capacidad y el conocimiento para hacer lo mejor que pueden en sus situaciones, incluso cuando sus soluciones son culturalmente distintas de las que se aplican en el Occidente.

 

Trabaja de forma responsable con colaboradores locales

Aunque es importante contar con voces locales para una historia, encontrar a las personas adecuadas en el campo puede ser difícil desde la distancia, especialmente si hay una barrera del idioma. Un buen acercamiento es pedir recomendaciones a las personas que entrevistaste inicialmente. Muchos periodistas también recurren a un fixer, los cuales pueden encontrar con frecuencia pidiendo recomendaciones de otros escritores.

Los fixers son personas con las habilidades y el conocimiento necesarios para conectar a periodistas extranjeros con miembros de la comunidad una vez que llegan a su destino. Los fixers pueden ser periodistas locales, estudiantes de universidad, guías turísticos profesionales o ayudantes informales. Pueden actuar como traductores, investigadores, supervisores de logística y choferes, dependiendo de su experiencia y los términos del acuerdo que ambas partes aceptan de antemano, incluida una compensación adecuada. Según una encuesta de 2017 realizada por el Global Reporting Center*, las tarifas de los fixers oscilan entre $50 y $400 dólares por día dependiendo del país, el costo de vida y los peligros que involucra el proyecto.

Además de garantizar un pago justo, los periodistas visitantes deben abogar por darle el crédito apropiado a los corresponsales y periodistas locales que ayuden con la historia, especialmente si han contribuido con reporteo significativo.

Además de garantizar un pago justo, los periodistas visitantes deben abogar por darle el crédito apropiado a los corresponsales y periodistas locales que ayuden con la historia, especialmente si han contribuido con reporteo significativo. “Realmente están llenando un vacío en el conocimiento del reportero visitante”, dice Michelle Nijhuis, editora de proyectos en The Atlantic que vive en el estado de Washington y ha reporteado en el extranjero en China y Namibia. “Me encantaría ver que las revistas crearan una política estándar en la que si contratas a un fixer, su autoría [byline] aparezca en la historia. Es un cambio cultural que debería ocurrir”.

Los fixers de países en donde el periodismo es una labor precaria merecen consideraciones adicionales. Astrid Arellano, periodista de Mongabay Latam que cubre las actividades de activistas ambientales indígenas en Latinoamérica, dice que los grandes medios de comunicación deberían usar sus vastos recursos para asegurar la protección de sus periodistas en forma de un seguro médico temporal o asistencia médica de emergencia para fixers locales que se quedan atrás en zonas de conflicto.

 

Protege y honra a tus fuentes

Los fixers no son los únicos que merecen el cuidado y la protección de los periodistas. Estos también deben tener en cuenta el bienestar de sus fuentes, en particular de aquellas que no son figuras públicas. Eso significa obtener su consentimiento antes de realizar entrevistas o tomarles fotografías. “Lo que trato de hacer es explicar tanto como sea posible”, dice Joseph Lee, miembro de la tribu Wampanoag de Gay Head (Aquinnah) y becario de Asuntos Indígenas de Grist que reporta sobre las comunidades indígenas de todo el mundo. Eso incluye “quién soy, de dónde vengo, esta es la razón por la que quiero hablar contigo y así es como va a ser el proceso”. La transparencia les permite a las fuentes saber qué esperar, hacer las preguntas que necesiten y decidir si quieren participar.

Los periodistas deberían llevar la protección de su fuente un paso más allá si hablar con los medios la pone en peligro. Latinoamérica es el lugar más peligroso para ser un defensor ambiental, según Arellano de Mongabay. Cuando entrevista a activistas, comienza por preguntarles sobre qué temas se sienten cómodos hablando on the record, dándoles el control de la discusión. “Si tu fuente te dice ‘no quiero hablar de este tema’ o ‘no quiero que mi nombre aparezca’, simplemente lo respetas”, dice. “No importa para mí qué tan poderosa sea la frase que acaba de quedar grabada en tu grabadora. Se trata más bien de ponerse en los zapatos de quien se queda en el territorio a enfrentar esos riesgos cotidianos”.

Nijhuis de The Atlantic agrega: “Creo que el mayor riesgo ético del llamado periodismo de paracaídas es que, sin darte cuenta, puedes poner en riesgo a las fuentes, guías o fixers, porque no entiendes aquello que es políticamente sensible”.

Tratar a las fuentes con cuidado a veces también incluye encontrar formas de honrar su tiempo y sus contribuciones, especialmente si un reportero las está entrevistando fuera del contexto de su trabajo pagado. Después de todo, las fuentes les dan algo a los periodistas cuando comparten su historia o experiencias sin garantía de devolución, mientras que los periodistas reciben un pago y un nuevo byline, y el medio obtiene una historia para publicar.

Existe una larga historia de periodismo extractivo en comunidades desfavorecidas y exotizadas, donde los periodistas se benefician de las historias de las fuentes y las fuentes no ven ningún beneficio.

Reembolsarle el costo de la gasolina por el viaje que haga una fuente en nombre del periodista, darle obsequios al hacer una visita a su hogar, regalarles comida difícil de conseguir, o pagarles las comidas durante las entrevistas pueden ser formas de mostrar reciprocidad, dependiendo de las políticas del medio de comunicación para el que trabaja el periodista.

Después de su visita a la India, Rhodes quería darle algo a cambio a los voluntarios que le dieron la bienvenida a su mundo. Más importante aún, ella quería mostrarle una gratitud significativa a la bióloga Barman, quien la recibió. “El hecho de que me diera acceso y me permitiera cubrir su historia realmente cambió mi vida”, dice Rhodes. Desde que publicó su proyecto en The New York Times, ha donado sus fotos de las marabú argala a sus anfitriones. También es voluntaria en los esfuerzos de divulgación en línea y en la recaudación de fondos del grupo para impulsar la conservación de las aves en peligro.

En lo que respecta a las muestras de apreciación, la sabiduría convencional sostiene que los periodistas nunca deberían pagar a las personas por la información que comparten; no vaya a ser que influya en lo que dicen. Pero pagar a las fuentes en algunos casos ya no es tan tabú como solía serlo. Después de todo, existe una larga historia de periodismo extractivo en comunidades desfavorecidas y exotizadas, donde los periodistas se benefician de las historias de las fuentes y las fuentes no ven ningún beneficio. Tal vez la hora que una fuente pasa sentada durante una entrevista podría haber sido mejor invertida en su sustento; el tiempo es valioso. Los obsequios o pagos en estos casos pueden considerarse como una forma de amabilidad personal hacia la fuente para mostrar gratitud por el intercambio.

Cuando la freelancer Henig reporteó sobre los géneros no binarios de Samoa para National Geographic, el científico al que siguió le dijo que era costumbre darle dinero a los locales como gesto de buena voluntad, ya que muchos de ellos vivían en pobreza. El científico había pagado a sus sujetos de estudio a lo largo de su propia investigación. Henig se enfrentó a un dilema: no quería ofender a nadie, pero también se sentía incómoda pagándoles directamente. Ella y su editor idearon una solución: le daría dinero a sus entrevistados a través del científico, para que sus fuentes no supieran que venía de ella.

Siempre que estén disponibles, los editores son el mejor recurso de un escritor para navegar situaciones difíciles. Los editores deben establecer reglas básicas con los escritores antes de un viaje internacional. A su vez, los escritores deben consultar con ellos si las fuentes solicitan algo que los haga sentir inseguros o incómodos. Tanto Nijhuis como Esterman, de Mongabay, están de acuerdo en que parte de su rol como editoras es estar disponibles para ayudar a los reporteros en situaciones de crisis.

 

Reconoce las limitaciones que son inherentes y permanece abierto

Incluso si los periodistas hacen todo “bien” —preparándose de forma extensiva, haciendo entrevistas a expertos locales, colaborando con fixers que estén bien conectados, honrando adecuadamente a sus fuentes y colaboradores— deben recordar que todas las personas involucradas en una historia pueden tener ideas y creencias profundamente arraigadas.

Las personas locales o los fixers con los que hablen los periodistas pueden proporcionar sólo una visión curada de las complejidades del lugar y cada periodista carga con los beneficios y el bagaje de sus propias experiencias y contextos. Cuando los periodistas reportean en el extranjero, “hay todo tipo de formas en las que no representamos con exactitud lo que realmente significa ser de esa parte del mundo”, sino que transmitimos una de las muchas versiones de la verdad, dice Henig.

La humildad es la mejor herramienta de un periodista para reconocer sus propios prejuicios y los de los demás, y cómo estos pueden darle color a sus preguntas y material. “Lo más importante para mí es que el escritor entienda lo que no sabe”, dice Nijhuis, “que no esté sacando conclusiones desinformadas sobre un mundo con el que no está familiarizado”. Esterman sugiere escuchar realmente lo que dicen los locales y acoger la empinada curva de aprendizaje que viene con desarrollar un conocimiento profundo de un nuevo tema.

Eso significa estar abierto a nuevas observaciones que desafíen las nociones preexistentes y creadas en el prereporteo, dice Okeyo. En 2017, por ejemplo, visitó el norte de Kenia y vivió durante un mes entre el pueblo de los Samburu, una tribu seminómada cuyas mujeres.

han sido descritas como oprimidas con frecuencia por los medios de comunicación. Las mujeres caminan varios kilómetros todos los días para recolectar agua potable para sus hogares. Es una tarea ardua, pero con el tiempo, Okeyo se dio cuenta de que los cuerpos de agua potable servían como centros sociales para las mujeres que estarían confinadas en sus casas de otro modo. Las mujeres que iban a buscar agua tenían una rica vida social. “Son mujeres profesionales, a su propia manera”, dice. “Nunca entendí eso hasta que fui a esa comunidad”.

La lucha contra el periodismo de paracaídas también puede ser una calle de doble sentido. Los periodistas locales que trabajan como fixers en la historia de alguien más, también pueden ayudar haciendo sus propias preguntas, dice Okeyo, y desafiando la perspectiva de los reporteros visitantes que persiguen hipótesis mal concebidas. Las salas de redacción alrededor del mundo deben reclutar talentos diversos y aumentar su red de periodistas en el extranjero para cubrir historias internacionales.

No hay atajos cuando se trata de reportear —o aprender— sobre algo nuevo y complejo. Es tentador usar clichés y sentidos figurados románticos cuando se trabaja con un límite corto de tiempo. Sin embargo, los periodistas que solamente validan las percepciones de su propia comunidad sobre las de otras comunidades están perjudicando a todos, nos recuerda Vidal Valero. Reportear se trata de entregar la verdad y fomentar la empatía, y “la única forma en que realmente puedes hacerlo es desafiando tus propios puntos de vista”, dice. Si el periodismo es un puente entre diferentes culturas, los periodistas deben ser los primeros en cruzarlo.

*Corrección 25/07/22: Debido a un error editorial, una versión anterior de esta historia atribuyó incorrectamente una encuesta a la Global Investigative Journalism Network en lugar del Global Reporting Center.

 

Shi En Kim Michael L. Wong

Shi En Kim es reportera de ciencias de la vida en Chemical & Engineering News y becaria de TON, patrocinada por el Burroughs Wellcome Fund. Su trabajo ha aparecido en Popular Science, National Geographic, Scientific American, Hakai Magazine, Science News y Smithsonian Magazine, donde fue una Mass Media Fellow de la AAAS en 2021. Recientemente obtuvo su doctorado en ingeniería molecular por la Universidad de Chicago. Síguela en Twitter: @goes_by_kim.

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