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Cómo cultivar la narrativa en historias de todas longitudes

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An array of red-orange lilies on a greenhouse table.
Rodrigo Pérez Ortega

 

Si las siembras y nutres con cuidado, las semillas narrativas pueden brotar incluso en las historias más infértiles.

Cultivar la narrativa en unas pocas palabras, después de todo, no es un esfuerzo novedoso para los escritores. Hemingway, apócrifamente, lo hizo en seis: “Se venden: zapatos de bebé, nunca usados”. Joyce Carol Oates removió dos más en su reflexión de cuatro palabras sobre el primer año de una viuda: “Me mantuve con vida”. En comparación, el reportero de noticias promedio tiene cien veces más espacio para labrar.

Y, sin embargo, nos inclinamos a reservar los elementos básicos de la narrativa —personajes, trama, escena, tema y diálogo— para trabajos extensos, donde (creemos que) tenemos el espacio necesario para echar raíces y florecer a través de una investigación, reporteo y ediciones intensivas. La velocidad y el ritmo de alto octanaje de la escritura de noticias pueden parecer incompatibles con las cualidades transportadoras de la narrativa, como la liebre que pierde ante la tortuga en una carrera.

Pero es muy posible propagar brotes de narrativa, o storytelling, en el periodismo de ciencia de formato breve. Esto podría implicar —en unas pocas palabras u oraciones preciosas— pintar retratos expresivos de sujetos, lanzar y proyectar escenas inmersivas o inyectar secuencias de acción a lo largo de la pieza.

La periodista de ciencia freelance Carolyn Wilke siembra narrativa en sus historias siempre que puede. Mira la introducción de su historia de 500 palabras para The New York Times sobre un estudio de los arácnidos:* “Durante el día, las arañas saltadoras cazan a sus presas, acechando y brincando como gatos. Cuando se apagan las luces, estos depredadores del tamaño de un chícharo pasan el rato —y tal vez sus mentes crean sueños—”, escribe Wilke. En dos oraciones, invita al lector a acompañar a la criatura en su transformación diaria para pasar de ser un depredador avivado pero diminuto a un dormilón rendido. “Mi opinión es que siempre hay una narrativa, que la ciencia siempre contiene una narrativa”, dice Wilke. “En mi reporteo estoy intentando excavar esa narrativa”.

 

Recolectando semillas mientras reporteas

En las etapas del reporteo, necesitarás recolectar tantas semillas narrativas potenciales como te sea posible.

Los estudios científicos ofrecen un tesoro de minihistorias para sondear antes de que tengas que levantar el teléfono para una entrevista.

La sección de la metodología de un artículo científico describirá (por definición) una secuencia de eventos, incluso si a primera vista están obstruidos por una jerga técnica y aburrida. Un poco de exploración puede revelar acciones verdaderamente coloridas. “Los ratones fueron expuestos a estímulos auditivos”, por ejemplo, podría significar que los investigadores aplaudieron cerca de los roedores que estaban dentro de una cámara de sobresalto. Para hacerle una tomografía computarizada a un sujeto tan delicado como un sapito, los científicos podrían haberlo metido en una bolsita de plástico llena de cacahuates; para provocar un coro de anfibios, podrían haber dejado caer una pelota de tenis en un estanque vernal. Los botánicos que realizan trabajo de campo internacional podrían haber tenido que ser discretos con los agentes fronterizos para poder transportar sus muestras vivas a través de la aduana del aeropuerto.

Los materiales en línea también pueden proporcionar forraje para personajes, escenas o acción. Si hay documentos de la corte o grabaciones de reuniones públicas, estos preservan el estira y afloja entre lados opuestos, que puede reescribirse como diálogo. La escenografía y actividad de videos de YouTube y TikTok pueden ser recapitulados como minihistorias. Otros contenidos de las redes sociales también se pueden aprovechar para la narrativa. Yo elaboré la escena de apertura de una pieza explicativa para Popular Science sobre los sismos de hielo revisando los comentarios dejados en una publicación de Facebook de una estación de televisión local de Chicago, preguntando a los espectadores si habían experimentado algún estallido inexplicable en la noche durante una ola de frío reciente. “Una mujer dijo que había estado preocupada toda la noche sobre sus tuberías, techo y caldera. Otra dijo que estuvo buscando por toda su casa si había intrusos; con cuchillo en mano. Otros se preguntaron si el frío gélido podía matar pájaros en pleno vuelo y enviarlos en espiral hacia abajo”.

Sabrina Imbler, escritore de ciencia y naturaleza para Defector, dice que le encanta minar las secciones de introducción del estudio. Las citas que aparecen ahí pueden conducir a artículos científicos tangenciales llenos de detalles inusuales sobre la historia de un tema científico, los conceptos erróneos previos que había en el campo de estudio, así como personajes o incidentes fascinantes. “Es como un calendario de adviento”, dice Imbler. “Si puedes abrir cada puerta, una de esas puertas tiene lo que quieres”.

Saltar entre citas me llevó a una serie de viñetas que pude reutilizar para un reportaje breve de The New York Timessobre aves vagabundas o perdidas: un halcón peregrino rebelde que encontró un respiro en una isla diminuta (y mató a 27 aves en peligro de extinción que estaban aisladas allí); una paloma de Nicobar sospechada de haberse aventurado desde Indonesia hasta Australia (donde fue arrestada por el resto de su vida); y un pingüino emperador juvenil de la Antártida que llegó a la costa de Nueva Zelanda, se atiborró de arena húmeda que había confundido con nieve y terminó en rehabilitación de animales (“Una estadía de meses, transmitida en vivo, que involucró una cama de hielo triturado y una dieta de salmón alimentada a mano”, escribí). Cada anécdota se desenvolvió en solo una línea o dos, pero dio vida a la pregunta central de la pieza —¿qué significa que un ave se pierda?— de una forma que ningún sujeto humano podía hacerlo.

 

Es igual de importante determinar el porqué de una historia científica, pidiéndoles a las fuentes que hagan un recuento de la cronología natural de su curiosidad, lo que está en juego en su investigación o momentos particulares de esperanza, frustración o descubrimiento

 

Reunir suficiente material durante una entrevista para escribir una escena breve o la representación de un personaje puede significar presionar a tu fuente a contestar la misma pregunta varias veces. Ya que los investigadores académicos a menudo reciben instrucciones sobre cómo trabajar con los medios de comunicación, es probable que se vuelvan oradores más relajados y naturales una vez que hayan pasado los puntos de conversación que habían planeado previamente. Con eso fuera del camino, puedes profundizar en el tipo de preguntas que pueden provocar una narrativa. “Podría tratarse de hacer las preguntas que crees que podrían ser molestas”, dice Emily Mullin, escritora de biotecnología para Wired. “Solo sé metiche”.

Cuando le pide a los científicos que le expliquen una tecnología difícil de describir, por ejemplo, Mullin utiliza preguntas sencillas, pero contundentes: ¿Qué tan grande es? ¿De qué color? ¿Es suave? ¿Rígido? ¿Fresco al tacto? ¿Lo suficientemente ligero como para cargarse? ¿Lo suficientemente flexible para doblarse? ¿Lo suficientemente frágil para romperse? Impulsada por una curiosidad cortés, una fuente podría brindarte una descripción vívida: una rana del tamaño de un stroopwafel [wafle de jarabe], un corazón de ballena del tamaño de un carrito de golf o un electrodo con forma de borrador de lápiz.

María Paula Rubiano A., periodista freelance en Medellín, Colombia, a menudo comienza sus entrevistas pidiéndole a un científico que la guíe a través de un día típico suyo; paso a paso, detalle a detalle. (Rubiano también forma parte de la junta directiva de The Open Notebook). Su tema de estudio podrá ser denso o complicado, dice, “pero cuando le preguntas a un científico qué hace, son cosas humanas”. Ejecutan programas informáticos y azotan puertas de refrigeradores. Se trenzan el cabello entre ellos. Escuchan audiolibros mientras esperan resultados. Cuando Rubiano escribía sobre un estudio novedoso sobre el tamaño de los ojos de las ranas para Popular Science, buscó una manera de dar vida a la ciencia, a veces tediosa, de la taxonomía. “Quiero hacer que se sienta más táctil”, dice. Durante las entrevistas, Rubiano bombardeó a los autores principales del estudio con preguntas sobre cómo llevaron a cabo la investigación y aprendió que involucraba desempolvar y abrir cientos de frascos llenos de ranas en escabeche. (¿No puedes verlo en el ojo mental?).

Wilke señala que en la era de Zoom, muchos expertos han perfeccionado sus habilidades de presentación. Durante un chat con video, sugiere pedirles a las fuentes que te muestren presentaciones de PowerPoint, te presuman especímenes que tengan cerca o compartan en pantalla cualquier imagen o diagrama que puedan explicarte en voz alta en tiempo real. Esto puede evocar elementos visuales que de otro modo serían invisibles u oblicuos en trabajos escritos o conversaciones de solo audio.

Es igual de importante determinar el porqué de una historia científica, pidiéndoles a las fuentes que hagan un recuento de la cronología natural de su curiosidad, lo que está en juego en su investigación o momentos particulares de esperanza, frustración o descubrimiento —todo lo cual puede prestarse para crear tensión o resolución narrativa a lo largo de la pieza—. Cuando una bioingeniera que había desarrollado tomates transgénicos morados recordó haber esperado con anticipación durante las vacaciones para ver cómo resultaría su híbrido, Mullin lideró con ese recuerdo: “En diciembre de 2004, la científica de plantas Cathie Martin fue al invernadero para ver cómo estaban sus tomates. Los diminutos frutos, del tamaño de una gomita, aún estaban verdes. Estos tomates miniatura, una variedad ampliamente usada en laboratorios de investigación, normalmente se vuelven rojos al madurar. Pero cuando Martin regresó después de Navidad, estaban empezando a ponerse morados, tal como ella esperaba”.

“Su voz cambió cuando estaba contando eso, porque estaba contando una historia”, dice Mullin. “Haz que tu fuente te cuente una historia, luego usa esa historia en la tuya”.

 

Deshierba mientras escribes

Mientras que una historia de 5.000 palabras proporciona un amplio jardín para tallos y brotes narrativos, una pieza de 500 palabras podría tener sólo suficiente suelo para un personaje bien desarrollado, una escena vívida y un momento de tensión. Entonces, después de reportear tendrás que clasificar tu colección de posibles semillas y sembrar solo aquellas que sirvan a la esencia de la historia.

“No creo que entre más detalle sea siempre mejor”, dice Mullin. “Necesita conectar con el punto de la historia, el corazón de la historia”.

En particular, las representaciones de sujetos o escenas pueden tener un gran impacto si juegas cuidadosamente con imágenes inusuales. “Sólo tienes cierto espacio; no puedes describir todo”, dice Imbler, quien a menudo escribe sobre el mundo natural, “Tienes que ser preciso, no te explayes”. ¿Es algo “pequeño” o es del tamaño de una pila AAA, un garbanzo o una coma en esta página? Puedes evocar una imagen vívida rápidamente en la mente del lector con un lenguaje inesperado —lava con la viscosidad de la mantequilla de maní, una cámara con forma de rueda de la fortuna o la seda de leche de una cabra transgénica “tan natural como los narcisos o cuervos bebés o gusanos que se retuercen en boñiga”—.

Cuando se trata de escribir sobre el mundo natural, Imbler prefiere representar el estilo de vida de una criatura (¿Se tragará a su presa completa? ¿Puede quedarse congelada? ¿Se esconde?) en lugar de representar su aspecto físico (¿Cuál es su color o textura?). “Se trata de entender los riesgos de su vida, sus motivos y su manera de moverse por el mundo”, dice. Estos detalles pueden transformar una forma de vida desconocida en un protagonista.

 

Aprovecha los sentidos poco utilizados en la escritura (piensa: tacto, olfato, sonido y gusto) para transportar al lector aún más lejos.

 

Para Hakai, como ejemplo, Imbler describe un tipo de musgo llamado slender yoke-moss como “un musgo completamente olvidable… una cosita pardusca” sin valor medicinal o cultural que “sobrevive a duras penas con una vida simple y solitaria” y se enfrenta a la extinción en el lugar donde se encuentra en la Columbia Británica, Canadá. Pero al caracterizarlo como un ser dócil y desafortunado, Imbler desenrolla efectivamente su arco narrativo. De manera similar, al explicar un descubrimiento complejo de astrofísica para Popular Science, Rubiano cuenta la historia de dos estrellas como si fueran unas bailarinas entrelazadas.

Los verbos también catalizan la narrativa en espacios limitados. En una historia sobre plantas jarra que crecen bajo el suelo,* Wilke describe “un grupo de plantas púrpura ensartadas en un tallo blanco, sin clorofila”; aquí, “ensartado” no solo comunica la orientación física de la planta, sino también su delicadeza y preciosidad, al invocar joyas y tesoros. Para fortalecer tu uso del verbo, intenta resaltar con marcador cada verbo en tu borrador y adapta cada uno para que sea activo, específico y evocador.

Tampoco subestimes la estructura de las oraciones, que puede calibrar el ritmo narrativo. “Las oraciones cortas tienden a ser más contundentes. Son más dinámicas. Puedes leerlas más rápido”, dice Mullin. “Sabes de inmediato lo que está pasando”. Por otro lado, las oraciones sinuosas, enjoyadas con detalles, invitan al lector a imaginar y divagar mentalmente.

Aprovecha los sentidos poco utilizados en la escritura (piensa: tacto, olfato, sonido y gusto) para transportar al lectoraún más lejos. En su resumen de 289 palabras de la investigación de un nuevo neutralizador químico de olores, Wilke se aseguró de incluir cómo los científicos caracterizaron la esencia del aerosol de zorrillo que utilizaron para su investigación: el “equivalente nasal de mirar fijamente al sol”. “Esa fue una analogía sensorial poderosa”, dice Wilke. “Es tan vívida”. En un artículo sobre un hombre que hace pizza en las laderas de un volcán guatemalteco súperactivo, Rubiano cita su descripción del calor, parecido al de un sauna, y su rugido, “como un avión de siete motores: ensordecedor”.

 

Déjala florecer

Con cuatro horas para completar una asignación, es posible que no tengas los recursos para cultivar un personaje, escena o tema amplio. A veces, solo necesitamos transmitir información de la manera más eficiente posible. Pero cualquier cantidad de atención a la narrativa puede beneficiar tanto al escritor, como al lector.

Por un lado, los escritores a los que no les asignan regularmente reportajes de formato largo pueden crear sus propias oportunidades para la escritura creativa a través de miniinfusiones de narrativa. “Cuando es una posibilidad para ti, te hace emocionarte por tu trabajo y por resolver el rompecabezas” de la narrativa, dice Rubiano. Esto puede entrenarte para desarrollar personajes, escenas o cronología en cualquier longitud de historia, así como para experimentar con enfoques demasiado pesados para piezas más largas.

Considera, por ejemplo, esta historia del Washington Post sobre un estudio de la araña más antigua que se conoce, escrita como un obituario. O esta pieza de 1.000 palabras y algo de The Atlantic sobre cardiogramas de ballenas azules en el que cada párrafo se lee aproximadamente en el tiempo transcurrido entre los latidos del corazón del animal durante una inmersión. Otros escritores han explorado sujetos médicos a través de la estructura de una escala de dolor o expuesto sobre el genoma humano en un formato de 23 secciones (una para cada cromosoma). En una historia de 689 palabras para la revista Orion sobre cadáveres humanos y las criaturas que los consumen y descomponen, la escritora Chelsea Biondolillo describió inteligentemente su propio malestar durante un viaje de campo a Texas para transmitir la intensidad de la investigación. “Mis ojos permanecen muy abiertos y mi boca se queda casi siempre cerrada mientras caminamos por el pasto. Intento pensar en lo que estoy viendo como humanos pasados, pero no puedo. La gente se ha ido. Todo lo que queda son restos: una colección contable de huesos. La espinilla conectada a la pierna, la pierna conectada a la cadera. Miro los dientes, mi cuaderno lleno de preguntas olvidadas. Estoy tratando de colocar pájaros allí, en esa boca o en este ojo. Pero los pájaros también se han ido”.

 

El personaje, la trama y el diálogo —en cualquier escala— también pueden alentar a los lectores a apreciar la realidad de una historia.

 

Podríamos encontrar oportunidades para pintar la narrativa en las paletas más pequeñas de una pieza. Kainaz Amaria, editora visual nacional en The Washington Post, usa descripciones de imágenes con contenido histórico, citas y lenguaje descriptivo cuando es apropiado. “Hay espacios donde el pie de foto no tiene que solamente reiterar lo que dice la gente, sino impulsar la historia hacia adelante”, dice. En una serie para Vox sobre súperárboles, Amaria editó pies de foto llenos de sensaciones. “La espesa niebla de la madrugada hace imposible ver muy lejos durante el ascenso hacia el Observatorio de Torre Alta del Amazonas (ATTO, por sus siglas en inglés). Los escalones son cada vez más estrechos y están más separados de lo que parecen”, lee uno. “La niebla todavía era espesa a más de 1.000 pies [300 metros] de altura y la torre se movía notablemente con el viento”, dice un segundo pie de foto de la misma historia. Otro se enfoca en una sola cita, directa de una fuente: “Dieumerci Kibinda, un botánico congolés, llama a Afrormosia ‘el árbol más hermoso’”.

El personaje, la trama y el diálogo —en cualquier escala— también pueden alentar a los lectores a apreciar la realidad de una historia. Al reportear sobre la violencia contra defensores ambientales para Grist, Rubiano desplegó una escena narrativa corta para que la audiencia no pudiera pasar por alto mentalmente el verdadero significado de las nuevas y preocupantes estadísticas. “Era la una de la madrugada cuando Oscar Sampayo vio por primera vez la amenaza de muerte en su contra. Estaba solo en casa, como lo había estado durante la mayor parte de la cuarentena. Firmada por el grupo paramilitar ‘Águilas Negras’, la carta, circulada por la ciudad, acusaba a Sampayo y otros dieciséis líderes ambientales y sociales en Colombia que defienden el agua y protegen los derechos laborales de los trabajadores del petróleo y el gas, de promover el comunismo y ‘detener el desarrollo de nuestra región’. El grupo les dio a los líderes 24 para abandonar el área. ‘Que las lágrimas sus familias por sus muertes ayuden a entrar en razón a este territorio’, decía la carta”. En conjunto, esta escena de apertura logra mucho más por el lector que una introducción que declare simplemente que Sampayo recibió amenazas de muerte o que los defensores ambientales enfrentan cada vez más amenazas de violencia. “Creo que es importante darle una cara”, dice Rubiano, “Cuando individualizas ese sufrimiento, cuando le pones un nombre a una persona y una situación, ayuda al lector a entender la profundidad de los números”.

Los seres humanos disfrutan de la narrativa tanto como un paseo por un jardín colorido y fragante. Con cada detalle narrativo bien cuidado, puedes extender otra flor para que tu lector disfrute. “Quieres pensar en la experiencia del lector y en cómo cada pedazo de información que están consumiendo le está sumando a algo”, dice Amaria. “Tenemos la oportunidad de ofrecer al lector interés en la historia. Úsala con sabiduría”.

 

* Corrección 23/11/22: Una versión anterior de este artículo se refería a los arácnidos como “durmientes”, cuando en realidad no se sabe con certeza si las arañas duermen o no. La historia también se refería erróneamente a plantas jarra “que crecen sobre el suelo” en lugar de plantas jarra “subterráneas”.

 

Marion Renault Sio Hornbuckle

Marion Renault es una escritora de ciencia y salud freelance cuyo trabajo ha aparecido en The New York Times, The Atlantic, The New Republic, Slate, STAT, Wired y más. Está en Twitter como @MarionRenault.

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