Cómo afrontar una edición difícil

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An illustration of a person sitting at a desk, forehead resting on the computer keyboard, arms dangling.
Tatiana Smirnova/iStock

 

Krista Langlois recuerda vívidamente su experiencia más “absolutamente horrible” en el proceso de edición de un artículo. Un editor de una revista le propuso cubrir el desarrollo de una política medioambiental. “Desde el principio, parecía que no sabía lo que buscaba o lo que quería”, dice la periodista y editora independiente radicada en Colorado. Cada vez que el editor de la revista se enrollaba, Langlois hacía la mayoría de los cambios solicitados —hasta el momento en que el artículo pasó a la edición final—.

Pero cuando el editor secundario lo devolvió, se habían reescrito párrafos enteros. Los cambios iban más allá de los ajustes estéticos, se añadieron nuevos datos, se introdujeron nuevos enfoques y se extrajeron nuevas conclusiones. “Ya no era mi historia”, recuerda Langlois. Para colmo de males, el artículo había pasado a la edición final después de haber sido sometido a una verificación de datos (fact-checking), y no hubo tiempo suficiente para que Langlois volviera a revisar los nuevos párrafos antes de su publicación. Le pidió a su editor que retirara su autoría del artículo. Su petición fue denegada.

En ese momento, lo único que Langlois pensó que podía hacer era seguir hacia adelante, aunque la situación era muy complicada. “Mi solución fue: ‘Voy a salir de esta, voy a recibir el pago por esto, y luego, voy a trabajar en publicaciones que me traten bien y no voy a volver a esta’”, dice.

Del mismo modo que un proceso de edición fluido puede hacer que un periodista vuelva una y otra vez a un medio, uno accidentado puede convertir incluso una asignación de ensueño en una pesadilla. Las ediciones excesivas, los errores introducidos y la ampliación del alcance pueden ser el resultado de un mal proceso, dejando a todo el mundo frustrado. Por suerte, una edición difícil no tiene por qué acabar siempre en la miseria, como le ocurrió a Langlois. Hay tácticas que tanto editores como escritores pueden emplear para suavizar situaciones potencialmente espinosas antes de que estallen en algo peor.

 

Da lo mejor de ti

La mejor manera de afrontar una situación de edición mala es evitarla por completo, si es posible. Incluso antes de entregar el borrador de una nota, tanto el editor como el escritor pueden sentar las bases para una buena edición. Los editores deben fijar objetivos y expectativas claros por escrito desde el principio, y ambas partes deben ponerse de acuerdo al principio del proceso. Según Ehsan Masood, editor sénior de Nature, esto implica algo más que el enfoque y la dirección de la historia: “¿Cuál va a ser el proceso? ¿Quién intervendrá en cada momento? ¿Cuántas rondas de edición?”

Una vez establecidas esas expectativas, tanto el escritor como el editor son responsables de mantenerse mutuamente informados a lo largo del proceso. Si tu proceso de reporteo revela que la historia requiere una dirección diferente o más palabras, tú y tu editor pueden revisar el acuerdo original y decidir cómo proceder. Y si las circunstancias personales interfieren o estás a punto de pasarte de una fecha de entrega, comunícaselo a tu editor —o a tu escritor— lo antes posible.

Si las cosas se ponen tensas una vez redactado el borrador, da prioridad a la comunicación tranquila y compasiva. No tengas miedo de tomar el teléfono y llamar cuando sientas que no te estás entendiendo con tu editor.

A la hora de enviar el trabajo, los escritores deben entregar un texto limpio, legible y que cumpla las expectativas, incluyendo la cantidad de palaºbras asignadas y que sea dentro del plazo de entrega acordado. “Si [le] pides a alguien 1.000 palabras y te dan 2.000, [es] como: ‘Yo no te pedí 2.000 palabras. Vas a tener que volver y editarlo’. Y normalmente, cuando lo editan, el artículo es mejor”, dice Alejandra Cuéllar, editora para América Latina de Diálogo Chino, una publicación que cubre los retos medioambientales de la región y la influencia de China.

Editar tu propio borrador antes de enviarlo, si el tiempo lo permite, puede ayudarte a reconocer y abordar preventivamente algunos de los problemas que te habría planteado tu editor. Cuando el borrador necesite un pulido adicional o tengas problemas para recortarlo, pídele a un amigo o colega de confianza que lo lea antes de enviarlo. Sus ideas pueden ayudarte a limar lugares problemáticos, para que no tenga que hacerlo tu editor. (Una comunidad de colegas, como un foro de escritores en línea o un chat de grupo solidario, también puede ser una fuente de conmiseración y una recarga de moral, si una edición posterior sale mal).

Si las cosas se ponen tensas una vez redactado el borrador, da prioridad a la  comunicación tranquila y compasiva. No tengas miedo de tomar el teléfono y llamar cuando sientas que no te estás entendiendo con tu editor. Esto es especialmente importante para los periodistas freelance y los empleados que trabajan a distancia, que no pueden permitirse el lujo de ir al despacho de su editor para hacerle una pregunta. Hablar por teléfono “puede ayudar a resolver muchos problemas de comunicación de forma mucho más eficaz que intercambiar correos electrónicos de pánico”, afirma Rachel E. Gross, periodista científica radicada en Brooklyn.

También ayuda asumir que todos los implicados están haciendo lo mejor que pueden. “Lo principal es tener presente que todos somos personas que se relacionan entre sí”, dice Katherine Bourzac, quien escribe y edita de manera freelance desde San Francisco. “Ambos tienen el mismo objetivo: que la historia sea buena para tu audiencia”.

 

La edición excesiva

Por mucho tiempo que dediques a pulir tu prosa, es casi seguro que un día abras un borrador y encuentres tus palabras inundadas en un mar de rojo. Cuando esto ocurra, que no cunda el pánico y no te lances de inmediato. Lee el borrador. Respira hondo. Cierra la computadora y aléjate. Si tienes tiempo, consúltalo con la almohada. Madeline Bodin, periodista científica independiente radicada en Vermont, es una de las muchas escritoras que emplea esta estrategia. Se recuerda a sí misma: “Puede que me asuste, pero no voy a reaccionar ante el editor”. Dejar respirar al borrador (y a ti mismo) puede ayudarte a ver más allá del carmesí y enfocarte en los problemas que el editor ha detectado y está intentando resolver, aunque no estés de acuerdo con sus sugerencias.

También hay que tener en cuenta que una edición pesada no siempre es mala: a lo mejor refuerza significativamente el texto o refuerza una estructura inestable. Los mejores editores pueden “tomar un trozo de roca y tallar un diamante a partir de él”, dice Dilrukshi Handunnetti, escritora y editora de Mongabay en Sri Lanka.

Los editores también tienen la responsabilidad de mantener la cabeza fría, incluso si una historia requiere revisiones profundas. Hay que comunicar bien las correcciones y tratar a los escritores con respeto.

Una vez que empieces con las revisiones, intenta mantener tu ego a raya. La mayoría de los editores esperan alguna respuesta a sus sugerencias. Sin embargo, cuando se trata de cambios subjetivos, hay que elegir bien las batallas. “Suelo dar un paso atrás y preguntarme con cuáles puedo vivir y cuáles debilitan o socavan el artículo”, dice Gross. Asegúrate de demostrarle al editor que “no eres solo una escritora que se pone muy defensiva con su prosa”.

Siempre y cuando plantees tus puntos de una forma calmada y respetuosa, la mayoría de los editores se mostrarán receptivos —sobre todo si explicas por qué crees que es necesario hacer un cambio y ofreces una solución alternativa a la propuesta por el editor, en lugar de simplemente volver a tu texto original—. “Como editora, si alguien me corrige o me hace saber que quiere algo diferente, entablaré una conversación”, dice Cuéllar. “Y si puedo, aceptaré un punto de vista diferente”.

Los editores también tienen la responsabilidad de mantener la cabeza fría, incluso si una historia requiere revisiones profundas. Hay que comunicar bien las correcciones y tratar a los escritores con respeto. “Recuerda que hay una persona al otro lado”, dice Cuéllar, que se asegura de empezar con algo positivo cuando devuelve un borrador. Handunnetti dice que siempre intenta hablar por teléfono sobre una edición especialmente intensa después de entregarla. Hablar de las cosas con voces reales puede evitar que los cambios parezcan ataques personales. Y hagas lo que hagas, abstente de incluir comentarios sarcásticos en un borrador que estés editando —o, al menos, bórralos antes de devolvérselo al escritor—.

 

La edición inexacta

Hasta el editor más cuidadoso comete errores. A veces, los editores introducen errores sin darse cuenta si tienen prisa, si intentan adaptar un texto técnico al estilo rígido de la publicación o si tratan de salvar un borrador deficiente.

Una de las formas más comunes de que el proceso de edición se vuelva doloroso es que se produzcan cambios en el alcance de la historia.

Si encuentras errores factuales en tu artículo, recuerda que se trata de algo común en el proceso de edición, especialmente si tu editor está sobrecargado de trabajo. Y la mayoría de los editores están sobrecargados. “Cuando era editora, tenía una pizarra con todo lo que tenía que hacer, y a veces tenía que poner ‘ir al baño’ en la pizarra para acordarme de que tenía que dejar de ignorar mi vejiga”, dice Bodin.

Ten en cuenta, además, que es probable que seas más experto en el tema de la historia que tu editor. Esta distancia ayuda a los editores a ver dónde un artículo puede perder al lector, pero también significa que las ediciones pueden dar lugar a errores de vez en cuando. Aun así, tu editor debería estar tan motivado como tú de corregir cualquier inexactitud. Señala los errores que encuentres, resume tus preocupaciones en viñetas, identifica los problemas y sugiere soluciones, recomienda Gross.

Por su parte, los editores pueden evitar la mayoría de los errores asegurándose de que todos los datos que introducen en un artículo están respaldados por la investigación. “Haz todo lo posible por informarte antes de editar algo”, dice Cuéllar. Y si eres la última persona que trabaja en un artículo antes de que salga a la luz, “nunca, nunca lo publiques” inmediatamente después de terminar de editarlo, dice Handunnetti. “Aléjate de esa historia y vuelve con ojos frescos”. Mejor aún: envía la historia a un verificador de datos o de vuelta al escritor para una mirada final, si es posible.

 

La edición expansiva

Una de las formas más comunes de que el proceso de edición se vuelva doloroso es que se produzcan cambios en el alcance de la historia, es decir, que las sucesivas rondas de edición cambien la dirección de la historia y amplíen la investigación que requiere. Si cada ronda de edición parece ampliar un poco más los límites de la historia, remite con delicadeza a tu editor a la carta de asignación del trabajo y recuérdale las condiciones que ambos acordaron.

Las revisiones también pueden complicarse cuando intervienen varios editores.

Dicho esto, no todas las peticiones de un editor se pueden clasificar como cambios en el alcance de la historia. Si el borrador tiene pocos detalles o carece de cohesión, el editor está en su derecho de pedirte que refuerces el texto. Aunque puede resultar tentador descartar estas correcciones como una ampliación del alcance, deberías preguntarte si realmente has cumplido el encargo —o si el editor simplemente te está pidiendo de nuevo que cumplas con lo acordado—.

Los editores también deben recordar que, en el caso de los periodistas freelance, cada ronda adicional de ediciones va a reducir su tarifa por hora, por lo que hay que considerar formas de compensarles por el trabajo extra cuando el alcance de una historia empieza a extenderse. Si el artículo debe extenderse mucho más allá del número de palabras asignado, paga al redactor por palabra publicada, en lugar de por palabra asignada. O habla con el periodista y fija una nueva tarifa en función del trabajo adicional que haya necesitado. Del mismo modo, si un artículo tiene demasiados ángulos a medida que se edita, Handunnetti puede sugerir al escritor que lo divida en dos artículos distintos, y pagarle por cada uno de ellos.

 

La edición con latigazo

Las revisiones también pueden complicarse cuando intervienen varios editores. Después de todo, la edición “es una profesión increíblemente subjetiva”, afirma Masood. Dos editores pueden tener estilos de edición muy diferentes, y la mayoría de las publicaciones tendrán varios pares de ojos sobre un artículo durante el proceso editorial. En la mayoría de los casos, el editor que asigna la historia trabaja con el escritor hasta que considera que el artículo está terminado, y, entonces, puede pasarlo a un editor secundario. También puede haber un corrector de estilo y un verificador de datos. Y pueden aparecer nuevos colaboradores si uno de los editores abandona la publicación o se toma tiempo libre.

Los editores deben ir con cuidado y mucho tacto, y deben consultar a menudo con el escritor cuando se trata de temas delicados.

Si sufres de un latigazo de edición como escritor, tus opciones son algo limitadas. Puedes dejar que las cosas fluyan y seguir adelante con las correcciones, como hizo Langlois. O puedes intentar hablar con tu editor principal, que quizá pueda ayudarte a decidir qué ediciones puedes rechazar.

Los editores que delegan artículos en otros deben ser conscientes del trabajo que ya ha hecho el escritor y dedicar tiempo a poner al corriente al editor entrante de la dirección que está tomando el artículo. Los editores principales también pueden evitar sorpresas consultando con el editor jefe al principio del proceso —y manteniéndolo informado a medida que se desarrolla la historia—. A Langlois le gusta utilizar una práctica que aprendió cuando trabajaba como corresponsal para High Country News. Después de la primera edición, el editor que asignó el artículo lo envía a otro editor, normalmente el editor sénior, para una lectura menos formal. Ese segundo editor confirma que la historia y la dirección de sus ediciones tienen sentido y ofrece su opinión sobre cualquier otro cambio importante que pueda necesitar, para que no surjan durante la edición final o top edit. “Requiere un poco más de tiempo por adelantado, pero creo que al final compensa”, afirma.

 

La edición sensible

A veces, la dificultad de una edición se debe al tema tratado. Cuando se edita una historia delicada, “quieres asegurarte de que estás siendo matizada y sensible”, dice Langlois.

Si una edición resulta difícil, deja que las cosas se calmen una vez publicado el artículo.

Los editores deben ir con cuidado y mucho tacto, y deben consultar a menudo con el escritor cuando se trata de temas delicados, para evitar introducir accidentalmente un lenguaje anticuado o perjudicial. También deben tener cuidado de no dejar que sus propios prejuicios influyan en la edición de un tema especialmente delicado. Recurrir a la ayuda de un lector de sensibilidad también puede ayudar tanto al editor como al escritor a asegurarse de que están tratando un tema delicado con tacto.

Los escritores deben vigilar de cerca las historias delicadas incluso después de que el texto esté terminado. Las decisiones en torno al arte y los titulares pueden ser partes especialmente delicadas del proceso editorial, ya que muchas publicaciones no consultan esas decisiones con los redactores. Según Gross, es perfectamente razonable que los redactores pidan que se les mantenga al tanto de cómo se está enmarcando la historia —y que levanten la voz si algo les incomoda—. “Si sientes esa punzada de que ‘esa no es la forma correcta de enmarcarlo’”, dice, “probablemente tengas razón”.

 

Después de la edición

Si una edición resulta difícil, deja que las cosas se calmen una vez publicado el artículo; tómate tu tiempo y deja un poco de lado el proyecto antes de evaluarlo. Tomar distancia de la experiencia permite una interacción menos cargada de emociones cuando un escritor vuelve a un editor para pedirle su retroalimentación, o cuando un editor quiere hablar sobre cómo hacer que las futuras ediciones sean más fluidas.

Después de un tiempo, los periodistas también pueden plantearse si quieren volver a trabajar con ese editor o publicación —y los editores pueden decidir si volverían a contratar a ese escritor—. No hay que salvar todas las relaciones. Pero no es una decisión que debas tomar en caliente, dice Bodin. “Muchas veces pasan un par de semanas, la cuenta bancaria se vacía un poco y, de repente, esa experiencia horrible que no querías volver a vivir ya no parece tan mala”, dice riendo.

En el fondo, el proceso de edición —bueno o malo— depende de la relación entre el escritor y el editor. Mantener una buena relación entre escritor y editor puede requerir mucho trabajo, sobre todo si el proceso de edición ha sido especialmente doloroso. Pero si la relación tiene potencial para ser fructífera en el futuro, merece la pena esforzarse por limar asperezas y restablecer la relación. Al fin y al cabo, se necesita tanto un escritor experto como un editor compasivo para sacar lo mejor de un artículo. Cuando encuentres a alguien con quien encajes bien, aférrate fuerte.

 

Giuliana Viglione Cortesía de Giuliana Viglione

Giuliana Viglione es una periodista científica y climática radicada en Washington DC. Actualmente es editora de Carbon Brief  —donde dirige la cobertura del equipo sobre alimentación, uso de la tierra y biodiversidad— y becaria de TON patrocinada por el Burroughs Wellcome Fund. Su trabajo ha aparecido en Nature, Chemical & Engineering News, Gizmodo, Discover y otros medios, y fue becaria AAAS Mass Media 2018 en King 5 News. Giuliana obtuvo su doctorado en oceanografía en Caltech, donde cofundó el medio de comunicación científico Caltech Letters. Es más feliz estando en un barco o leyendo un libro, y preferiblemente haciendo ambas cosas al mismo tiempo. Síguela en Twitter como @GAViglione.

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