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Cómo construir una lista de fuentes confiables

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A close-up shot of a full Rolodex.
ftwitty/iStock

 

Jane Qiu comenzó a reportear oficialmente su artículo de portada de la revista Science sobre el surgimiento de glaciares en 2016. De alguna forma, sin embargo, su inmersión en la historia había comenzado casi una década antes, cuando conoció por primera vez a un equipo de investigadores del Instituto de Investigación de la Meseta Tibetana (ITPR, por sus siglas en inglés) de la Academia de Ciencias de China.

Qiu, una periodista independiente con sede en Beijing, había contactado a los científicos en 2007 inicialmente, cuando empezó a escribir una serie de historias centradas en el clima sobre el paisaje cambiante del Tíbet. Las piezas resultaron tan bien que Qiu empezó a comunicarse con los investigadores con regularidad cuando se encontraba con trabajos relacionados. Los científicos se convirtieron en “mi gente de referencia”, dice, cada vez que necesitaba un comentario externo o una verificación de datos, o fact-check, rápida; ellos, a su vez, confiaban en ella para contar bien cada historia. En persona y por teléfono con Qiu, estas fuentes hablaban libremente sobre su propio trabajo, así como los últimos hallazgos en el campo.

Y así, cuando Qiu escuchó a uno de los investigadores de ITPR, un glaciólogo, mencionar el desconcertante evento de un glaciar brotando dentro de un valle angosto, como un tsunami surgiendo en una costa local —matando ganado y a nueve pastores— decidió seguir la intrigante pista. Al final, la historia de Qiu fue finalista para el premio al mejor reportaje de la Unión Geofísica Estadounidense en 2018, un triunfo que podría no haber sucedido si sus fuentes no hubieran encendido esa chispa inicial. Esta estrecha relación, dice Qiu, “me dio la ventaja de estar a la vanguardia”.

Pregúntale a cualquier periodista de ciencia experimentado y especializado en un tema y probablemente podrá recitarte su lista: una agenda mental de investigadores, funcionarios públicos, defensores de pacientes, activistas, organizadores comunitarios y más, a quienes recurren una y otra vez. Estas fuentes no siempre se pueden categorizar, pero algunos escritores se refieren a ellas como sus contactos más “cultivados”: el conjunto de personas en las que confían no solo para brindarles información confiable, sino también para atender una llamada o mensaje de texto a horas intempestivas, o simplemente hacer ese esfuerzo extra. Lena Sun, reportera enfocada en salud pública y enfermedades infecciosas de The Washington Post, dice que una vez una fuente le devolvió la llamada mientras estaba de vacaciones en Venecia solo para que pudiera enviar su artículo a tiempo. En el ciclo de noticias de 24 horas al día, 7 días a la semana, cuando los medios de comunicación a menudo batallan para ganarle al otro al publicar por cuestión de minutos, “no se le puede poner precio a eso”, dice Sun. Sus fuentes regulares han sido clave para mantener su reporteo oportuno, preciso y elegante.

La relación reportero-fuente es, como cualquier relación humana, matizada y compleja. Lo que significa que cultivar una lista de fuentes confiables no seguirá un simple manual de instrucciones. Pero aún así, hay maneras de construir relaciones con las fuentes de manera intencionada y compasiva, al mismo tiempo que se mantienen los límites que preservan al reporteo objetivo —incluso con fuentes que han estado en la vida de los periodistas durante años—.

 

El poder de las fuentes confiables

Repetir las fuentes que usas no tiene que ser una práctica cotidiana. Para muchos reporteros, hay muchas ocasiones en las que no debería ser así, aunque solo sea para garantizar que la amplitud y la diversidad de su cobertura ocupen un lugar central. Umair Irfan, reportero de Vox donde cubre el cambio climático y la COVID-19, trata de incluir una nueva fuente en cada historia, lo que a menudo significa comenzar desde cero con los entrevistados.

Pero cuando tienen poco tiempo para la entrega, o cuando el tema del día se convierte en uno de nicho, es posible que los reporteros no tengan esa flexibilidad. Tener fuentes cultivadas —ya examinadas, creíbles y conocedoras de los medios—, “ayuda a que el flujo sea más rápido y fácil”, dice Irfan. Una entrevista puede volverse tan simple como un mensaje de texto rápido para confirmar la disponibilidad, seguido de una llamada telefónica que va directamente al grano. Ese atajo fue útil para Katie Thomas, periodista de investigación de la sección de ciencia y salud de The New York Times, en el punto más álgido de la pandemia de COVID-19. Mientras cubría las sesiones informativas nocturnas del entonces presidente Donald Trump, que a menudo requerían de un fact-check escéptico, necesitaba fuentes rápidas y confiables a las que no les importaría recibir un mensaje de texto fuera del horario laboral. Así que se dirigió a las personas que estaba segura de que responderían. “Tenía los teléfonos celulares de la gente”, dice Thomas. “Y ellos sabían mi número de teléfono”. En cuestión de minutos, podía encender su grabadora y tener su programa listo para transcribir.

Los reporteros no deberían tratar de forzar a una fuente a volverse una de confianza; ellos también tienen que querer entrarle. Pero los escritores pueden aumentar su propio atractivo al establecer confiabilidad y transparencia desde el principio.

Los beneficios de cultivar fuentes pueden ir mucho más allá de obtener citas directas y rápidas. Las fuentes pueden darles a los reporteros primicias de forma confidencial, pero aun así exclusivas; pueden ofrecer su perspectiva instintiva como información de fondo. A menudo, contactarán a escritores antes de lanzar nuevos artículos o preprints, o incluso ofrecerán ideas de una historia completa que ellos mismos no pueden perseguir. Incluso pueden, con suficiente tiempo, orientar a los escritores hacia nuevos conceptos en un minicurso intensivo: una fuente mía una vez pasó dos horas conmigo en Zoom, condensando medio semestre de epidemiología en un pizarrón. También he encontrado fuentes nuevas a través de mis fuentes cultivadas, ansiosas por recomendar a un colega o amigo.

Para Qiu, que ha tenido a algunas de las fuentes en su lista durante años, también puede haber ventajas más sutiles. Conocer bien a tus fuentes, dice, también le ha dado una perspectiva de cómo trabajan los científicos de un campo determinado y cómo se tratan entre sí. Es una oportunidad para examinar su acercamiento a su ciencia, así como los juicios, a veces sesgados, que pueden emitir sobre la investigación de otros.

 

Dando el primer paso

Cultivar a las fuentes es “el tipo de cosas que no te enseñan en la escuela de periodismo”, dice Dan Vergano, periodista de ciencia de Grid News, “o al menos no muy bien”. No existe un libro de jugadas perfectas. Pero en cierto sentido, puede ayudar pensar en ello casi como salir a citas profesionalmente, a una distancia segura pero extrema.

Primero, hay un elemento de química: no todas las fuentes son cultivables, o incluso vale la pena cultivarlas; todo eso depende del reportero y su área de cobertura (si es que tienen una), así como cuán disponible, agradable, citable y conocedora pueda ser la fuente en cuestión. Idealmente, las fuentes y los periodistas simplemente harán clic. Personalmente, soy partidaria de las personas que, además de tener las características mencionadas anteriormente, se sienten cómodas con las bromas y mensajes de texto y están abiertas a criticar el trabajo de mala calidad. También aprecio a los científicos que reconocen abiertamente los límites de su propia experiencia; una buena prueba de fuego es con qué frecuencia y cuándo están dispuestos a decir: “no sé”.

Cuando encuentres una conexión prometedora, actúa según tus instintos. Al principio de su cobertura de la crisis de los opiáceos para BuzzFeed News, Vergano dice, “francamente estaba abrumado”. Pero después de conectar con Dan Ciccarone, un destacado experto en el uso de drogas de la Universidad de California en San Francisco, sus sentidos periodísticos empezaron a hormiguear: “Me daba cuenta de que estaba haciendo un trabajo realmente pionero en esa área”. Vergano recuerda haber pensado: “Esta es una persona a la que necesito aferrarme mientras sigo trabajando en esta área y se desarrolla”. Así que Vergano siguiócontactándolo varias veces.

La clave es desarrollar un sentido de confianza para que las fuentes se sientan cómodas divulgando información confidencial y accediendo a múltiples entrevistas.

Los reporteros no deberían tratar de forzar a una fuente a volverse una de confianza; ellos también tienen que querer entrarle. Pero los escritores pueden aumentar su propio atractivo al establecer confiabilidad y transparencia desde el principio. Cuando Aisha Abdool Karim, periodista freelance de salud y ciencia con sede en Sudáfrica, tiene la sensación de que vale la pena regresar a una fuente, intentará hacer que sientan lo mismo por ella. Les asegura a sus fuentes que está comprometida con contar la historia bien —y si desde el principio tiene la impresión de que podrían haber llamadas de seguimiento en el futuro, establecerá expectativas sobre cómo podría ser su relación fuente-periodista—. Ella les invita a hacerle preguntas y correcciones y define términos relevantes (como información de fondo [on background] o hablar de manera confidencial [off the record]); les da una idea, si le preguntan, de cómo podría ser el proceso de publicación.

Algunas fuentes a las que los reporteros necesitarán regresar repetidamente pueden necesitar una mano más delicada. Podrían estar hablando sobre un tema que es profundamente personal para ellos, o podrían estar actuando como informantes, tal vez incluso arriesgando su sustento, para ayudarle a un reportero a dar una primicia. Puede haber muchas cosas en juego, así que sé compasivo y comprensivo. “Tengo un cuidado especial con esas personas”, dice Sun, de The Washington Post, explicándoles cuidadosamente cómo podría usar su información en la historia.

La clave es desarrollar un sentido de confianza para que las fuentes se sientan cómodas divulgando información confidencial y accediendo a múltiples entrevistas. En estos casos, Sun a menudo enviará una versión personalizada de un correo electrónico de “sin sorpresas”, o llamará antes de la publicación para explicar la esencia del artículo o, si es relevante, ofrecerá garantías de que otras fuentes han confirmado la información u ofrecido perspectivas similares.

El seguimiento después de la publicación de la historia pueden servir como una especie de mensaje de texto posterior a la primera cita, sugiriendo que la relación tiene el potencial de durar.

Para fuentes expertas profundamente arraigadas en el mundo académico, el conocimiento es una moneda que puede ayudarle a los reporteros a empezar con el pie derecho. Abdool Karim lee mucho antes de lanzarse a una primera llamada telefónica, para que pueda hacer preguntas informadas que impulsen la conversación hacia adelante y la hagan memorable. “Una vez que ven que me estoy tomando el tiempo de hacer eso”, dice, “es mucho más probable que se abran”. Y nunca está de más intentar romper el hielo —tener una conversación, ofrecer un poco de ti mismo—. Cuando la pandemia llevó a millones de niños estadounidenses al aprendizaje remoto, Thomas les mencionaba a sus fuentes que ella también estaba intentando manejar a un par de niños en su casa. El detalle la humanizó y les dio a sus fuentes algo sobre qué preguntar a cambio.

El seguimiento después de la publicación de la historia pueden servir como una especie de mensaje de texto posterior a la primera cita, sugiriendo que la relación tiene el potencial de durar. Sun siempre envía el enlace de la historia y agradece a su fuente por su tiempo; si la persona termina desempeñando un papel relativamente pequeño (o inexistente) en la pieza, se disculpa por no haberlos incluido tanto en la publicación. También solicita retroalimentación, pidiéndole a las fuentes que la alerten si encuentran algún error en la historia. Irfan a menudo agrega una nota rápida sobre otros temas que disfruta cubrir. “Les hago saber que pueden ser proactivos y ponerse en contacto conmigo”, dice. Un buen trabajo también tiende a hablar por sí mismo. Thomas dice que si su reporteo muestra que está comprometida con la precisión, la imparcialidad y el contexto, sus fuentes se sentirán vistas y representadas —y no tendrán reparos en volver—.

Algunas fuentes se darán cuenta intuitivamente del hecho de que ahora son la fuente confiable de un reportero; con otras podría ser necesario tener La Plática. A Sun no le molesta ser explícita: le ha preguntado a más de un experto si puede mantenerlos en su lista. Abdool Karim compara esas preguntas con una especie de charla para definir la relación. “Es como: ¿qué somos el uno para el otro?”, dice. Les preguntará si está bien contactarlos a menudo, o si es apropiado comunicarse con ellos a través de una nueva vía, como un mensaje de texto. Cuanto antes puedan ocurrir estas conversaciones, mejor, para que la fuente y el periodista puedan estar en la misma página.

 

Amistosos, pero no amigos

Sin un establecimiento de expectativas adecuado, los límites pueden traspasarse. Las personas que no están acostumbradas a los medios, especialmente, pueden confundir conversaciones frecuentes, a veces personales, con amistades —facilitando que los periodistas compartan esos sentimientos—. “Sí es preocupante que los reporteros se alineen demasiado con fuentes particulares”, dice Vergano. La complicidad a veces puede ser una ventaja, pero también puede empujar a un reportero, consciente o no, a favorecer demasiado a un experto a expensas de la objetividad.

Intenta seguir esta regla general que a menudo comparten los periodistas: una vez que sientas que no puedes escribir una historia que refleje negativamente a una fuente, te has acercado demasiado. Habrá casos que se sientan más ambiguos; cuando surgen, Sun recomienda consultar con un editor. “Tal vez te puedes hacer equipo con otro reportero para jugar al policía bueno, policía malo”, dice. En algunos casos, será mejor asignar la historia a otra persona. Sin embargo, idealmente, los periodistas ni siquiera se acercan a la frontera que separa la fuente de un amigo, porque puede ser bastante difícil retroceder una vez que la han cruzado. Tener que dejar lo que parece ser, o realmente es, una amistad podría, en última instancia, poner en peligro tu relación con ellos como fuente, dice Abdool Karim. “Podemos ser amistosos, pero no podemos ser amigos”.

Estas relaciones terminan convirtiéndose en un acto de equilibrio: es importante que los periodistas hagan que sus fuentes se sientan cómodas y escuchadas; también es esencial que se aseguren de que las necesidades de sus lectores, no las de sus entrevistados, sean lo primero.

Eso no significa que los periodistas tengan que ser fríos o inhumanos. Vergano disfruta bromear con sus fuentes; Qiu ha conectado con investigadores a través de experiencias compartidas, como haber crecido en Beijing. Estas relaciones terminan convirtiéndose en un acto de equilibrio: es importante que los periodistas hagan que sus fuentes se sientan cómodas y escuchadas; también es esencial que se aseguren de que las necesidades de sus lectores, no las de sus entrevistados, sean lo primero.

Dónde, exactamente, está la línea puede ser difícil de definir. Thomas ignora las solicitudes de amistad de Facebook de sus fuentes, por ejemplo, pero no le importa recibir fotos sus hijos por mensaje de texto. Rechazará ofertas para coescribir un libro, pero estará feliz de conversar sobre su carrera con la sobrina de una fuente que alberga aspiraciones periodísticas. Y escuchará las quejas que las fuentes tienen sobre otros expertos, o incluso otros reporteros. Ella simplemente no responderá quejándose de otros también. Abdool Karim ve las horas de trabajo como una prueba de fuego: un café el lunes por la tarde con una fuente para conversar sobre su trabajo en el laboratorio está bien; una fiesta de cumpleaños durante el fin de semana, sin embargo, cruza la línea a estamos pasando el rato en nuestro tiempo libre.

Personalmente, recibo muchas solicitudes para revisar los artículos de opinión u otros escritos de mis fuentes; los reenviaré a editores, pero no ofreceré mi propia opinión. Cualquiera que sea el caso, cuando la respuesta tiene que ser no —generalmente porque la petición implica un beneficio material para la fuente— Irfan intenta explicar el porqué. “Ese es un favor que no puedo hacer por ti”, dice. “Eso sería cruzar un límite”. De manera similar, pagarle o compensar a tus fuentes de alguna manera significativa y materialmente beneficiosa no sería ético. Aún así, las pequeñas muestras de gratitud pueden tener su lugar. “Para mis mejores fuentes, horneo”, dice Sun, quien cocina un pay de cerezas delicioso. Uno de estos pays una vez se fue a un equipo de científicos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) que le habían concedido acceso profundo para un viaje de reporteo al Congo; otro fue para el exdirector de los CDC, Tom Frieden, quien fue invaluable para Sun durante su cobertura del brote de ébola de 2014-2016.

Mantener la distancia con las fuentes no es fácil, especialmente cuando la empatía es una parte tan importante del trabajo. Pero, con historias publicadas o no, las fuentes aún obtienen mucho de sus interacciones con los periodistas; ya sea exposición para su nueva investigación, catarsis al compartir una experiencia personal o simplemente una gran conversación que refuerza sus habilidades de comunicación. Los reporteros hacen el tipo de preguntas que llevan a lo que el público necesita saber —ayudando a las fuentes a perfeccionar sus puntos clave de conversación—. Y tienen acceso a información que muchos otros no tienen. En un momento, Irfan descubrió que se había convertido en el punto de referencia de un investigador para conseguir información actualizada sobre las vacunas contra la COVID-19 —lo cual, dice, en realidad se sintió un poco extraño—. Al final, sin embargo, si las interacciones se sienten un poco transaccionales, está bien. “Este es un trabajo”, dice Vergano. “No es tu vida social”.

El profesionalismo también puede facilitar las cosas cuando las fuentes, incluso las bien cultivadas, inevitablemente se enojan. Una historia reciente de Sun, que criticaba la respuesta fallida y mediocre de la administración de Joe Biden ante el brote de viruela del mono, enfureció a una de sus fuentes confiables de los CDC. “Si así se siente, pues qué mal”, dice Sun. “Mi trabajo es contarlo como es”. Thomas siente algo similar. Muchas de las mejores fuentes pueden incluso respetar a los reporteros más por una toma inquebrantable sobre un tema, aunque sea poco halagadora. Esas son las piezas que muestran que “no me siento en deuda con ellos”, dice Thomas. “Y [que] tampoco estoy en deuda con nadie más”.

 

Katherine J. Wu Cortesía de Katherine J. Wu

Katherine J. Wu es reportera de The Atlantic, editora sénior de The Open Notebook y productora sénior de The Story Collider. Anteriormente, fue reportera de ciencia para The New York Times. Ganó un Schmidt Award for Excellence in Science Communication en 2022, un premio de periodismo Science in Society en 2021 y el premio Evert Clark/Seth Payne Award for Young Science Journalists en 2020. Tiene un doctorado en microbiología de la Universidad de Harvard. Síguela en Twitter como @KatherineJWu.

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