Cómo evaluar las afirmaciones de forma crítica

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Illustration of woman surrounded by speech bubbles with hands on the sides of her head, appearing to concentrate on the information coming at her.
Rudzhan Naglev/iStock

 

Nuestras bandejas de entrada están llenas de ellas —comunicados de prensa, propuestas de temas y otros materiales de comunicación que califican algún acontecimiento científico de “gran avance”, “cambio de juego” o “cambio de paradigma”—. Científicos, inversores y analistas inundan nuestras cuentas de redes sociales, aclamando un preprint o alabando a una empresa, incluso cuando hay pocos o ningún dato que respalde esas afirmaciones.

Determinar si algo es de interés periodístico puede ser difícil. Pero, como periodistas científicos, tenemos que examinar estas afirmaciones y decidir: ¿Merece la pena cubrirlo? En caso afirmativo, ¿cómo hacerlo objetivamente, sin convertirnos accidentalmente en portavoces de afirmaciones hiperbólicas?

Lo que está en juego es importante. La información nos llega como una manguera a toda potencia, y los algoritmos de las redes sociales han facilitado que las mentiras se difundan más rápido que la verdad. Por ejemplo, las afirmaciones antitéticas han seguido intentando sembrar la duda en torno a las causas del cambio climático. Y los problemas de desinformación no han hecho sino empeorar durante la pandemia: en una reciente encuesta de la Kaiser Family Foundation sobre afirmaciones falsas acerca de las vacunas contra la COVID-19, los investigadores descubrieron que el 78% de la gente creía o no estaba segura de al menos una de las afirmaciones. Para los periodistas con plazos de entrega ajustados, a veces se siente imposible poder separar la realidad de la ficción.

Pero dar cobertura a algo le da credibilidad, lo que es muy importante para los lectores. Algunas de las cosas que escribimos pueden afectar profundamente las acciones de la gente, especialmente en salud y medicina, dice Rosie Mestel, editora ejecutiva de Knowable Magazine. “Hay mucha gente desesperada y muy enferma”, dice, “y hay que tener mucho, mucho cuidado de no estar engañando a la gente y exagerando las cosas”.

Para abrirse paso entre la confusión y la exageración, los periodistas científicos deben examinar la información y las fuentes que encuentran, y estar atentos a las señales de alarma. También es esencial comprender nuestros propios sesgos —lo que queremos que sea verdad y cómo influye en nuestra toma de decisiones—. Aquí, tanto el escepticismo como la autoconciencia pueden ser claves.

Los periodistas tenemos el poder de contar o no una historia, y la forma en que analizamos las afirmaciones influye en ese poder, afirma Ashley Smart, periodista especializado en física, director asociado del Programa Knight de Periodismo Científico del MIT y editor sénior de Undark. “Se lo debemos a nuestros lectores y al público en general, e incluso a nuestras fuentes, el ser reflexivos en lo que decidimos cubrir, y asegurarnos de que es digno de la plataforma que le estamos dando”, dice Smart.

 

Tener un ojo crítico vale la pena

La información nos llega de muchas maneras: comunicados de prensa, videos, sugerencias de los lectores, trabajos de investigación, presentaciones y pósteres de congresos, etc. Pero no todos ellos presentan los datos y la información de la misma manera.

Los comunicados de prensa tratan tanto de llamar la atención de la institución, la empresa o el investigador como de la investigación, dice Janet Stemwedel, profesora de filosofía de la Universidad Estatal de San José que ha escrito sobre el tema de la evaluación de las afirmaciones en la investigación. Muchas organizaciones sin ánimo de lucro e instituciones utilizan los comunicados de prensa y materiales de comunicación que han desarrollado internamente para recaudar fondos, por lo que el tono y el lenguaje serán casi siempre optimistas y positivos. Incluso pueden exagerar el valor de la investigación.

Jonathan Wosen, periodista especializado en biotecnología en The San Diego Union-Tribune, se rió cuando comentamos un ejemplo reciente: el titular de un comunicado de prensa que hablaba de “datos preclínicos revolucionarios”.

Eso suele ser un oxímoron, dice: “Preclínico” significa que los experimentos se realizaron en animales o incluso en células. Lo que funciona en animales no suele funcionar en humanos. Como dice Mestel, a menudo los científicos han curado el cáncer en ratones o han destruido una placa de células cancerosas con algún tratamiento, solo para que luego este fracasara en las personas.

Los comunicados de prensa son una forma de comunicación que puede estar plagada de sesgos, pero no son los únicos. He aquí algunos consejos generales para evaluar la información en tu afán por informar con objetividad.

Wosen se basa en unas cuantas preguntas que le ayudan a analizar los numerosos anuncios y comunicados de prensa sobre salud y medicina que recibe, pero las preguntas son aplicables a cualquier información que se evalúe:

  • ¿Dónde están las pruebas? Algunas notas de prensa remiten a diapositivas de datos o a publicaciones revisadas por expertos, pero no siempre. Nos toca a nosotros preguntar.
  • ¿El estudio se ha realizado en animales? ¿En personas? En raras ocasiones, los estudios con animales son innovadores. Pero lo más frecuente es que no lo sean.
  • ¿Cuál es el tamaño del estudio? Cuantas más personas, mejor para el análisis estadístico.
  • ¿Qué están midiendo y es una forma válida de medirlo? Esto es especialmente importante en los ensayos clínicos, en los que, por ejemplo, una disminución de algún biomarcador que la empresa esté midiendo tiene poco efecto en el desarrollo de la enfermedad.

Muchas de estas preguntas pueden responderse examinando directamente los datos en los que se basa la información. Smart hace esto para desenterrar la verdad cuantitativa detrás de las afirmaciones cualitativas en esos comunicados de prensa —por ejemplo, los números detrás de frases como “mejoró ampliamente x, aumentó y, mayor eficiencia de z”—. No siempre es un proceso sencillo: los periodistas pueden tener que hacer algo de matemáticas para averiguar exactamente cuánto ha cambiado algo y determinar si ese cambio es realmente significativo.

 

Pide ayuda

A veces, sin embargo, no tenemos un estudio o un artículo que consultar. Durante la pandemia de la COVID-19, por ejemplo, las compañías farmacéuticas y los fabricantes de pruebas diagnósticas, por no hablar de los políticos y las organizaciones no gubernamentales, han hecho declaraciones sobre productos e investigaciones sin publicar datos ni proporcionar apoyo a sus afirmaciones. A veces, los datos de las empresas se publican más tarde, en forma de artículos revisados por expertos, o en una comunicación de resultados, pero la noticia se produce ahora, y los periodistas tienen que decidir si la cubren y cómo. Incluso en ausencia de datos detallados, dice Stemwedel, los periodistas pueden preguntar a los autores de los estudios cómo diseñaron, llevaron a cabo y analizaron sus experimentos. A veces, incluso puede estar justificada una historia de seguimiento, una vez publicados los datos completos.

Como señala Wosen, una de las mejores formas de confirmar la validez de una afirmación o el interés periodístico de una información es recurrir a una fuente que no haya participado en el trabajo. “Esos expertos a veces pueden ahorrarte muchos problemas y ayudarte a identificar si algo es noticia o no”, afirma.

Mientras trabajaba en Physics Today, Smart (que es miembro de la junta directiva de The Open Notebook) dice que él y sus colegas se ponían en contacto de forma rutinaria con científicos que no formaban parte de la investigación para hacer lo que equivale a dos preguntas básicas: ¿Considera la gente del sector que este trabajo es importante? ¿La afirmación de los científicos soportará la prueba del tiempo? “Básicamente, hacemos nuestra propia revisión por pares”, afirma Smart. Este tipo de examen es una práctica habitual en otras publicaciones científicas.

Encontrar a estas personas puede ser un reto para un reportero nuevo en una especialidad o para un periodista que cubre algo en lo que no tiene mucha experiencia. Smart dice que un punto de partida son las referencias que aparecen al final del artículo, si están disponibles. Yo he descubierto que, con o sin artículo científico, una llamada rápida a la universidad local también puede ayudarme. También puedo buscar en noticias más antiguas sobre el mismo tema. A menudo también recurro a mis colegas. Cuando trabajaba en Chemical & Engineering News, era habitual que los reporteros nos pidiéramos fuentes unos a otros. No todos los colegas las comparten, pero muchos sí.

Algunas de estas primeras evaluaciones darán respuestas decepcionantes: puede que la noticia no esté ahí. En ese caso, dice Mestel, “está bien abandonar el barco”.

 

Mira hacia dentro

Los periodistas tenemos que hacer preguntas difíciles, buscar información e incluso cuestionar nuestro propio sistema de creencias cuando entrevistamos, investigamos y escribimos. Nuestros propios prejuicios pueden influir en nuestro afán por cubrir algo, ya sea la fascinación por las nuevas tecnologías o los artilugios, o un duro reportaje sobre vertidos de petróleo que juega con el amor de alguien por los animales. Tenemos que hacer comprobaciones viscerales, contextualizar las pruebas aportadas y añadir advertencias y matices para moderar las expectativas.

Por ejemplo, a los periodistas les encanta reportear sobre alimentos como el chocolate, dice Alice Lichtenstein, profesora de nutrición de la Universidad de Tufts que ayuda a disiparmitos sobre la alimentación. Pero los reportajes sobre nutrición suelen estar llenos de lagunas, y los periodistas no suelen ser muy escépticos en su cobertura de la investigación alimentaria. Es difícil saber por qué, pero ella cree que tiene algo que ver con la idea de que, como todos comemos, todos nos creemos expertos en la materia.

Otro error frecuente en la cobertura informativa puede producirse cuando los periodistas no comprenden bien la naturaleza del estudio sobre el que informan. Muchos estudios sobre el cambio climático, por ejemplo, se basan en la modelización de distintos fenómenos y en la extracción de conclusiones a partir de esos modelos. No entender cómo funcionan los modelos y cuáles son sus defectos puede llevar a sobrevalorar o infravalorar la investigación. Y en la investigación biomédica o clínica, es importante distinguir entre los estudios de intervención, en los que los investigadores cambian los comportamientos o tratamientos de las personas y buscan sus efectos, y los estudios de observación, en los que se limitan a buscar patrones en lo que la gente ya está haciendo. “En un estudio de intervención, se trata esencialmente de causa y efecto, mientras que en un estudio de observación nos limitamos a observar las asociaciones”, afirma Lichtenstein.

Los periodistas siempre se beneficiarán de una mejor comprensión de las estadísticas y de la importancia de las cuestiones de diseño de los estudios, como el tamaño de la muestra (por lo general, los estudios más grandes son mejores). Los expertos externos también pueden ayudar si surgen métodos estadísticos más complejos; Wosen ha entablado una relación con una fuente que a veces opina sobre lo que él está considerando cubrir. Lichtenstein dice que a menudo ha desempeñado esa función de experta/evaluadora y, a veces, ha dicho a los periodistas que el estudio no tiene interés periodístico.

Y, por supuesto, es importante evitar los conflictos de intereses: pregunta a las fuentes quién financia la investigación. Esto es especialmente importante en la información sobre el cambio climático y el medio ambiente, donde las organizaciones interesadas en los resultados de la mitigación del cambio climático pueden ser propensas a la hipérbole.

A veces, un conflicto de intereses se convierte en parte de una historia. Una vez escribí un reportaje sobre medicamentos para adelgazar en el que uno de los investigadores académicos con los que hablé había trabajado anteriormente para una empresa de la que hablábamos. Decidí mantenerlo en el reportaje y destacar esa relación porque es realmente uno de los expertos en el campo, y me aseguré de incluir sus comentarios sobre el campo en general, así como sobre otras empresas.

Pero a veces, un conflicto de intereses obliga a excluir a una fuente porque no puede ser objetiva. Según Stemwedel, excluir a una fuente dudosa es mantener la credibilidad ante el público.

Sin embargo, a pesar de toda la diligencia debida, la evaluación de las afirmaciones no es infalible. Gale Sinatra, psicóloga de la Universidad del Sur de California especializada en educación de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (CTIM), ofrece este consejo: recuerda que los motores de búsqueda se basan en preferencias. Cada vez que buscas algo, le dices al algoritmo que te interesa. A medida que sigues buscando, obtienes más de lo mismo. Así es como arraigan las campañas de desinformación—la búsqueda de una teoría conspirativa genera todo tipo de enlaces, lo que enseña al algoritmo que eso es lo que quieres—. Si quieres evaluar una afirmación, dice, o a la persona que la hace, investiga en el modo privado o “incógnito” de tu navegador.

Quizás, por ejemplo, quieras comprobar los posibles conflictos de una fuente en un artículo sobre aplicaciones de bienestar en línea. Como has estado utilizando tu navegador para investigar sobre aplicaciones, cuando busques tu fuente, el algoritmo puede darte resultados más limitados relacionados solo con el bienestar. Pero si intentas hacer una búsqueda de incógnito solo de esa persona, es posible que obtengas resultados diferentes, como críticas a esa fuente, vínculos con empresas que fabrican aplicaciones o una noticia relacionada con esa fuente que pueda poner en duda su credibilidad.

Puede ser desalentador encontrarse con afirmaciones infundadas en la búsqueda de noticias. Al fin y al cabo, dice Mestel, mucha gente se mete a periodismo porque quiere llegar al fondo de las cosas. No siempre es fácil, pero en este clima de desinformación y malos actores que intentan crear problemas, indagar un poco más en los superlativos y las afirmaciones no es solo una cuestión de credibilidad, sino también de integridad personal y de ser honesto con uno mismo.

Pero Mestel siempre puede recordarse a sí misma lo que la motivó a convertirse en periodista científica en primer lugar. “Quiero entender lo que pasa en el mundo”, dice. “Quiero escribir sobre lo que es verdad”.

 

 

Megha Satyanarayana Linda Wang para la American Chemical Society

Megha Satyanarayana es la editora en jefe de opinión de Scientific American, donde trabaja con escritores de todas las tendencias científicas para publicar sus ideas expertas. Ha sido reportera y redactora en Chemical & Engineering News y STAT, y ha trabajado en varios diarios desde que se graduó en el Programa de Comunicación Científica de la Universidad de California, Santa Cruz. Es doctora en biología molecular. Sígala en Twitter como @meghas.

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