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Hacia rutas salvajes: consejos para reportear sobre las interacciones entre los humanos y la vida salvaje

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A lion looks back toward the camera as it stands in the middle of a two-lane highway in Namibia.
Diego Macedo dos Santos/iStock

 

Cuando el periodista Srinath Perur estuvo en el sur de la India hablando con agricultores cuyas cosechas habían sido destruidas por elefantes, descubrió que la historia tenía un giro sorprendente.

Los agricultores con medios habían colocado vallas eléctricas para evitar que los elefantes recorrieran sus parcelas. Así que los elefantes acabaron alimentándose de los cultivos de los agricultores que no podían costear esta capa de protección. El incidente confirmó una obviedad que Perur había oído recientemente de un investigador: “A menudo, cuando se habla de conflicto entre humanos y animales, en realidad se quiere decir conflicto entre humanos”, dice Perur, que escribió sobre la competencia entre elefantes asiáticos y humanos en el número de mayo de 2023 de National Geographic.

Los reportajes sobre la vida salvaje son de los más cautivadores que ofrece el periodismo científico. Las imágenes de vehículos de safari interrumpiendo la matanza de guepardos o de ballenas volcando barcos se hacen virales. Pero estas fotos no cuentan toda la historia. A veces los medios de comunicación presentan esos encuentros como accidentes extraños o espectáculos únicos —como si la invasión humana no tuviera nada que ver con ellos—. Con demasiada frecuencia, los periodistas pasan por alto el contexto que rodea estas interacciones en su reporteo.

Esta es una de las muchas lecciones que he aprendido en los últimos siete años en que he estado reporteando sobre la coexistencia entre humanos y la vida salvaje, a menudo llamada conflicto entre humanos y vida salvaje, incluyendo artículos sobre elefantes navegando la infraestructura y sobre cómo la actividad humana está ayudando a los mosquitos a propagar enfermedades mortales por todo el mundo. Al igual a como aprendió Perur, a menudo he visto que la mayoría de las interacciones entre humanos y la fauna empiezan con los humanos, y no al revés. A medida que el cambio climático, la globalización, el comercio, la minería, el crecimiento demográfico, la deforestación y otras fuerzas ponen en contacto cada vez más frecuente a los seres humanos y la vida salvaje, los reporteros deben esforzarse por poner de relieve las causas subyacentes de estas interacciones, atenuar las exageraciones innecesarias y recabar la opinión de los expertos locales.

 

Llegar a la raíz del conflicto entre seres humanos y vida salvaje

Los periodistas que cubren los enfrentamientos entre humanos y animales salvajes deben hacer algo más que cubrir encuentros individuales. “En general, los periodistas solo cubren algún incidente dramático en el que alguien ha resultado herido o un animal ha muerto”, afirma la ecologista y documentalista keniana Paula Kahumbu. Explorar los factores que subyacen a estos sucesos —de origen humano o no— añade un contexto importante a las notas periodísticas sobre la vida salvaje.

Llegar al fondo de las interacciones entre los humanos y la fauna salvaje también implica entender cómo se comportan los animales salvajes cuando no intervienen los humanos ni otros factores.

El cambio climático y sus efectos derivados suelen ser un componente importante de los conflictos entre humanos y la fauna salvaje. Un clima cada vez más inestable contribuye a la escasez de recursos, modifica los comportamientos y las migraciones tanto de los humanos como de los animales, y aumenta la probabilidad de que se crucen sus caminos, señala un estudio publicado en febrero de 2023. Cuando estés reporteando una noticia, considera si el tema en cuestión puede derivarse de efectos relacionados con el cambio climático, como el aumento de las temperaturas o fenómenos meteorológicos extremos, como sequías o lluvias fuera de temporada. “Hemos sido antropocéntricos al hablar [de] los problemas”, dice Perur, “incluso de los problemas que hemos creado —el cambio climático, cómo hemos desplazado a los animales de su hábitat—”.

Algunos conflictos pueden estar aún más vinculados a la actividad humana. “Las grandes fuerzas en juego pueden ser intereses comerciales, legales o la corrupción”, afirma la periodista científica Elham Shabahat. “A veces es tan simple como el puro dinero”. En una serie de 2021 para Hakai Magazine, Shabahat se adentró en cómo la minería de aguas profundas provoca una mayor interacción entre los seres humanos y la vida marina, alterando ecosistemas enteros, desde las esponjas y moluscos que habitan en el fondo marino hasta la pesca comercial del atún. Cuando se busca el origen de un conflicto entre el hombre y la vida silvestre, es útil saber quién obtiene ganancias, afirma.

A menudo, las fuerzas detrás de las interacciones entre humanos y animales son complejas y están entrelazadas. Por ejemplo, mientras reporteaba en enero de 2021 sobre el elevado número de personas que habían muerto o habían sido heridas por hipopótamos en un lago del centro de Kenia, descubrí que había varios factores que interactuaban y contribuían a estos incidentes. Las lluvias inusualmente altas en la región habían provocado la crecida del lago y el auge de las poblaciones de peces, atrayendo a los pescadores. El número de pescadores también había aumentado, ya que los trabajadores kenianos de los cultivos de flores despedidos a raíz de la COVID-19 se dedicaron a la pesca. También había aumentado la población de hipopótamos del lago —sus vías de acceso a otras zonas habían quedado cortadas por las vallas y las casas cercanas—.

Llegar al fondo de las interacciones entre los humanos y la fauna salvaje también implica entender cómo se comportan los animales salvajes cuando no intervienen los humanos ni otros factores. En mi historia de los hipopótamos, por ejemplo, expliqué que son herbívoros dóciles que suelen atacar solo cuando se asustan. Incluir la línea base de la actividad animal pone en contexto las historias sobre su comportamiento errático.

Sin este contexto, los periodistas pueden exagerar inadvertidamente las historias sobre la vida salvaje. En 2016, por ejemplo, los medios de comunicación internacionales publicaron en titulares que los leones se habían “escapado” del Parque Nacional de Nairobi, en Kenia, y luego informaron de que habían sido “recapturados”. En realidad, los leones nunca estuvieron cautivos. El parque, parcialmente sin cercas, colinda con una capital en rápido crecimiento. Estos leones, como señalé en un reportaje de 2016 para National Geographic, simplemente “caminaban por una ruta migratoria que los leones y otros animales han utilizado durante décadas”.

 

Ir más allá del binomio humanos versus vida salvaje

No todas las historias sobre humanos y la vida salvaje tienen que centrarse en la competencia entre ambos. “Como periodistas tenemos una tendencia natural a gravitar hacia el conflicto”, dice Shabahat. Es crucial no caer en la trampa de dividir a humanos y animales en protagonistas y antagonistas. “Nuestro trabajo como periodistas es complicar la narrativa”, afirma.

El ángulo del enfrentamiento entre humanos y la vida silvestre refuerza la falsa idea de que los animales son siempre los culpables cuando sus interacciones con los humanos empiezan a ir mal —y que los humanos suelen ser las víctimas—. “Hay menos empatía hacia los animales y más hacia los humanos”, afirma Kahumbu.

Los periodistas pueden evitar un lenguaje que haga sensacionalista una interacción entre humanos y animales o que presente innecesariamente a los humanos como víctimas.

Enfrentar a humanos y animales también ignora cuestiones más profundas, según Shabahat. Cuando ella empezó a reportear sobre los encuentros entre humanos y gorilas en Ruanda, por ejemplo, descubrió que “mucha de la cobertura era muy superficial”. En realidad, “hay problemas más grandes a los que tanto los humanos como la vida silvestre se enfrentan juntos”, dice. En su historia de 2018 para Mongabay, Shabahat cubrió cómo las sequías inducidas por el cambio climático están llevando a los humanos a adentrarse en los bosques habitados por gorilas en busca de agua, y los gorilas que se enfrentan a la disminución de las fuentes de alimentos están recurriendo a los cultivos de los agricultores.

Otra forma en que los periodistas pueden añadir profundidad a sus relatos sobre la vida salvaje es diseccionando las complejas cuestiones humanas implicadas. “Me encantan los animales, pero la verdad es que no quiero leer un libro de 300 páginas sobre animales. Son las historias humanas las que los humanos encuentran convincentes”, dijo la periodista especializada en vida salvaje Rachel Nuwer a Eric R Olson, presentador del podcast Sciencentric, en 2018. En su libro publicado ese mismo año, Poached: Inside the Dark World of Wildlife Trafficking (Cazados furtivamente: El oscuro mundo del tráfico de animales salvajes), y otros trabajos, como su cobertura del comercio de pieles de burro que amenaza propagar enfermedades infecciosas, Nuwer destaca cómo el tráfico de vida silvestre también puede afectar a los humanos.

Los periodistas también pueden evitar un lenguaje que haga sensacionalista una interacción entre humanos y animales o que presente innecesariamente a los humanos como víctimas. La cobertura de la vida salvaje incluye a menudo un lenguaje hiperbólico centrado en el ser humano para caracterizar el comportamiento animal. Por ejemplo, una nutria marina que roba tablas de surf se describe como “terrorista”, o un oso pardo, “una criatura que se pasa la vida matando”.

Christine Dell’Amore, que escribe, asigna y edita historias sobre la vida silvestre para National Geographic, trabajó para contrarrestar este tipo de narrativa en la cobertura de la revista sobre la propagación de la araña joro invasora en el este de Estados Unidos. Otros medios de comunicación publicaron titulares llamando a las arañas peligrosas y aterradoras, dice. Sí, estas arañas originarias de Asia oriental son grandes, de color amarillo neón y tejen telarañas extensas, pero no hay pruebas de que sean dañinas, según informó el equipo de Dell’Amore en marzo de 2022.

Para evitar exageraciones innecesarias en los reportajes sobre la vida salvaje, Dell’Amore sugiere preguntar a los científicos qué lenguaje utilizan. En lugar de decir ataque, “los biólogos de tiburones prefieren el término mordedura”, por ejemplo. Para gran parte del público, “la reacción instintiva es tener miedo”, dice, “así que como periodistas que cubrimos la vida salvaje, nuestra responsabilidad es intentar reducir ese miedo”.

 

Consulta fuentes locales

Los periodistas también pueden mejorar su cobertura de la vida salvaje consultando a expertos locales que están en el terreno e incluyendo sus puntos de vista en sus historias. “Los periodistas tienden a acudir a las personas con las que más se relacionan”, dice Kahumbu. “Los periodistas estadounidenses acuden primero a sus amigos estadounidenses, y se ve cómo se recurre una y otra vez a los mismos voceros de la vida salvaje”.

Los expertos, los miembros de la comunidad y los periodistas nativos de una zona pueden desafiar narrativas falsas, revelar contextos importantes y aportar valiosas perspectivas en primera persona a las historias sobre la fauna salvaje. “La historia tiene que venir de la gente que está en el terreno”, dice Kahumbu, cuya serie de televisión Wildlife Warriors sigue a expertos en conservación africanos, así como a agricultores y pastores locales que se encuentran, ellos y sus hogares, en primera línea del conflicto entre los seres humanos y la fauna salvaje.

Obtener perspectivas locales también puede ayudar a los periodistas a destacar historias en las que los esfuerzos de conservación están funcionando y la coexistencia entre el hombre y la vida salvaje está teniendo éxito.

Entrevistar a fuentes locales proporciona a los periodistas un conocimiento más rico de una comunidad, de modo que “no se limitan a lanzarse en paracaídas durante una semana o dos”, afirma Dell’Amore. “Nuestro trabajo como periodistas es representar otras partes del mundo”. Contrata traductores o intérpretes para superar las barreras lingüísticas —o, mejor aún, los editores pueden buscar periodistas locales que ya conozcan el idioma y la comunidad que se está cubriendo—.

Tomemos, por ejemplo, el caso de Alvin Kaunda, el “reportero de los elefantes” keniano que saltó a los titulares internacionales en 2022. Kaunda se encontraba en un orfanato de elefantes cubriendo los efectos de la sequía en la fauna local para la Kenya Broadcasting Corporation (KBC), cuando un elefante joven empezó a pincharle la cara con curiosidad a mitad de la emisión. Kaunda mantuvo la compostura al principio, antes de soltar una carcajada. El video —además de ser una belleza— pone en tela de juicio la creencia de algunos kenianos de que solo los extranjeros blancos se preocupan por la fauna salvaje. “Ver a un keniano negro riéndose e interactuando con un elefante fue una sorpresa para los kenianos y llegó a millones de espectadores de todo el mundo”, afirma Kahumbu. (Kaunda ahora cubre la vida salvaje para la KBC).

Obtener perspectivas locales también puede ayudar a los periodistas a destacar historias en las que los esfuerzos de conservación están funcionando y la coexistencia entre el hombre y la vida salvaje está teniendo éxito. “Muy pocos periodistas reconocen que África y países como Kenia han mantenido y sostenido cantidades extraordinarias de vida salvaje y biodiversidad”, afirma Kahumbu. “África sigue teniendo chimpancés, leones, todos estos elefantes, y siguen existiendo en gran medida fuera de las zonas protegidas”.

Esta coexistencia se debe a menudo a soluciones locales. En Kenia, por ejemplo, las iniciativas locales para instalar luces cerca de los corrales de ganado han contribuido a disuadir a los leones de invadir y matar a los animales —evitando así en conflicto con los humanos—. Pero el reporteo suelen centrarse en lugares donde aún no existen tales medidas. “Oímos: ‘mataron a seis leones por atacar y matar a las diez cabras de un hombre’”, explica Kahumbu. “Esa pequeña historia se toma fuera de un panorama mucho más amplio”. Otras soluciones surgen de los conocimientos locales, que a menudo quedan fuera de la cobertura, dice Perur. Por ejemplo, en algunas zonas del Himalaya, la gente canta en voz alta a determinadas horas del día mientras camina para evitar asustar a los osos.

Las historias que destacan la resolución de problemas y el cambio positivo resuenan entre los lectores, dice Dell’Amore. “Muchas de las historias que publicamos son muy deprimentes”, agrega. “Pero nuestros lectores responden bien cuando se les habla de soluciones —quieren saber qué pueden hacer y cuáles son los rayos de esperanza, para no salir de la historia totalmente abatidos—”.

 

Jacob Kushner Kang-Chun Cheng

Jacob Kushner es un periodista internacional que escribe sobre ciencia, vida silvestre y salud mundial para publicaciones como National Geographic, BBC, New Scientist y The Atlantic. Su reciente serie de BBC Future, “Stopping the Next One”, fue finalista de los Premios de Periodismo en Línea 2021. Es profesor de Cobertura Internacional y Migración en la Universidad de Wisconsin-Madison. Síguelo en X como @JacobKushner.

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