Cómo ampliar las fronteras geográficas de tu lista de fuentes

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A world map made from water-colour ink. There are lots of ink spatters and drips around the map. The background is plain white.
Mattjeacock/istock

 

El año pasado, mientras escribía un reportaje sobre inteligencia artificial, sostuve una conversación con Adji Bousso Dieng, profesora adjunta de informática en la Universidad de Princeton y fundadora de The Africa I Know, una organización sin ánimo de lucro que utiliza los medios de comunicación y la educación para inspirar a los jóvenes africanos y mejorar la imagen de África en el mundo. Cuando estaba por terminar nuestra charla, me mencionó la falta de voces africanas en el periodismo científico. “Los innovadores, los científicos y las tecnologías de África usualmente no son mostrados”, dice Dieng. Pero ver a africanos en puestos científicos y técnicos es vital para los jóvenes. “Juega a favor de tu conciencia”, afirma. Y específicamente para los jóvenes africanos, añade, “te dice que puedes ser como esta persona… puedes ser un innovador, un creador”.

Sus palabras se me quedaron grabadas. Como periodista escocesa que trabaja principalmente para publicaciones en Estados Unidos, he pasado la mayor parte de mi carrera escribiendo en inglés y entrevistando a fuentes expertas de Europa y Estados Unidos. Al fin y al cabo, la mayoría de las principales revistas científicas se publican en inglés y muchos de los autores de los estudios se encuentran en Estados Unidos o Europa. Y, por lo general, a mí y a otros angloparlantes nos lleva menos tiempo ponernos en contacto con las fuentes en estos países que en otros, donde podemos toparnos con barreras lingüísticas y culturales. “A menudo encuentro que los periodistas occidentales tienden a elegir el camino más fácil, que consiste en entrevistar solo a quienes hablan el mismo idioma y están en la misma zona horaria”, afirma Dyna Rochmyaningsih, periodista científica freelance radicada en Sumatra del Sur, Indonesia.

Aun así, sabía que si no me esforzaba más por incluir fuentes geográficamente más diversas, incluidos especialistas del Sur Global, me estaba perdiendo conocimientos y perspectivas que podrían enriquecer mis reportajes y hacerlos más precisos. Barbara Fraser, periodista científica y medioambiental freelance radicada en Lima, Perú, ofrece un ejemplo: los científicos locales que trabajan todo el año en una estación de campo ofrecen perspectivas más matizadas sobre un ecosistema o una comunidad que los investigadores que acuden durante una temporada. Se trata de captar los detalles, dice —y de establecer una buena relación—. “Los locales pueden decirles cosas que no le dirían a un científico extranjero”, afirma, incluso uno que hable la lengua local.

Las consecuencias de estos descuidos no se limitan a la pérdida de detalles narrativos —se corre el riesgo de tergiversar qué es la ciencia y quién la hace—. En palabras del periodista científico Paul Adepoju, que se encuentra en Lagos, Nigeria: “El objetivo de la investigación es ampliar el acervo de conocimientos. Si no se garantiza la representación y la inclusión, el conocimiento y la investigación pueden estar sesgados en equidad” y, como resultado, el público “desinformado o totalmente engañado”. El hecho de que la mayor parte de la ciencia se publique y amplifique por voces occidentales es a la vez causa y efecto de estos sesgos —una tendencia que una mayor diversidad de fuentes puede ayudar a remediar—. “La ciencia importa en todas partes”, afirma Dewi Safitri, periodista científica de CNN Indonesia. Si no se muestra este hecho, los periodistas corren el riesgo de perpetuar “el mito de que la ciencia es una característica del Norte Global”.

La omisión de voces globales es fácil de ignorar. Al fin y al cabo, a los lectores y a los periodistas a menudo les cuesta conceptualizar lo que se ha obviado. Pero esto no hace sino reforzar el problema, afirma Vasudevan Mukunth, subdirector científico de The Hindu en Chennai, India. Los recién llegados al mundo del periodismo científico, dice, pueden tener la impresión, por el trabajo de sus colegas más veteranos, “de que no se pierde nada cuando ellos tampoco hablan con estos académicos”, que entonces “se vuelven aún más invisibles”, lo que agrava la opresión y las desigualdades sistémicas impuestas por la historia, el nacionalismo, la censura y otras fuerzas.

Con todo esto en mente, me pregunté cómo podría remediar mis propios hábitos. Sabía que uno de los principales problemas era básico: no sabía muy bien por dónde empezar a buscar científicos geográficamente diversos con quienes hablar.

Varias conversaciones con colegas me revelaron otros obstáculos que ni siquiera había considerado. La preferencia por los investigadores angloparlantes en países de habla inglesa sesga los artículos que aparecen en los motores de búsqueda —y, por tanto, los tipos de ciencia sobre los que se escribe—. Hay una verdaderamente seria falta de visibilidad de los investigadores ubicados en los países del Sur Global. E, incluso después de establecer contacto, las zonas horarias, las barreras lingüísticas y las diferentes preferencias de etiqueta pueden hacer que entrevistar a algunos de esos investigadores sea logísticamente difícil.

Superar estos obstáculos no es fácil —e incluso puede exigir replantearse algunos aspectos básicos del reporteo, desde qué fuentes expertas pueden ser las más adecuadas para una historia, hasta los métodos que utilizamos para comunicarnos a través de zonas geográficas y husos horarios—. Pero un arduo trabajo de campo da grandes frutos. Y una mejor fuente de información conduce inevitablemente a un mejor periodismo. A pesar de todo, los reporteros “deben andar con cautela y cuidado, y estar siempre alerta ante la posibilidad”, dice Mukunth, de que sin fuentes globalmente diversas sus historias puedan estar “incompletas”.

 

Cómo construir una lista de fuentes geográficamente diversa

Contactar a expertos en el extranjero puede parecer a veces como que estás empezando tu proceso de búsqueda de fuentes desde cero. Pero no tiene por qué ser así. Aquí tienes algunos consejos para aprovechar algunas de las herramientas y estrategias que probablemente ya utilizas en el cultivo de fuentes:

  • Trabaja con tus contactos ya existentes. Una forma sencilla de poner en marcha tu lista de fuentes potenciales es preguntar a algunas de tus fuentes de referencia cuáles de sus colegas internacionales están realizando un trabajo innovador en su campo. Anímales a que eleven la voz a colegas menos conocidos o a científicos noveles que acaban de empezar. Si no conoces a ningún investigador de una región a la que te gustaría recurrir o si buscas información de contacto, puedes hablar primero con un periodista local o una institución representativa del periodismo científico para conseguir el teléfono o el correo electrónico de un científico, sugiere Daniel Dieb, periodista científico radicado en Brasil y tesorero de RedeComCiência (la red brasileña de periodistas y comunicadores científicos).
  • Aprovecha las funciones de búsqueda de las bases de datos académicas y los sitios web de las universidades. Algunas bases de datos, como PubMed, permiten a los usuarios buscar artículos científicos por ubicación geográfica, lo que a menudo puede llevarte a autores del país en cuestión. Tener un país en mente también puede llevarte a las principales universidades de esa nación o región. Intenta buscar en los sitios web de sus departamentos investigadores con experiencia en un campo específico.
  • Aprovecha las redes sociales. No tengas pena de seguir a periodistas cuyo trabajo admires o que cubran temas relacionados con el tuyo, sobre todo si trabajan en el extranjero. Averigua a qué científicos, instituciones y organizaciones siguen en Twitter y otras plataformas, y sigue las migas de pan para crear tus propias listas de seguidores.
  • Busca ayuda de organizaciones especializadas que puedan ponerte en contacto directo con expertos o intenta buscar tú mismo en las bases de datos. Algunas organizaciones tienen equipos de comunicación que pueden ponerte en contacto con expertos de distintas zonas geográficas. Otras elaboran listas de científicos, desglosadas por regiones o disciplinas, en las que puedes buscar por tu cuenta (lee el recuadro al final).

 

Estrategias para lograr conectar

Enviar un correo electrónico puede ser una buena forma de ponerse en contacto con una nueva fuente, pero cuando los periodistas salen de su zona de confort, a veces tienen que ser más creativos a la hora de establecer contacto. En algunos países, las fuentes están más acostumbradas a chatear con sus colegas a través de WhatsApp o redes sociales —plataformas que son menos convencionales, pero con más probabilidades de obtener respuesta—. Twitter suele dar buenos resultados a Adepoju, que ha utilizado con frecuencia la función de mensajes directos de la plataforma para ponerse en contacto con expertos en toda África.

Para las entrevistas en sí, las aplicaciones de mensajería son a veces más fiables que las llamadas telefónicas o las videollamadas, sobre todo cuando hay incompatibilidades horarias o problemas de conectividad. Wudan Yan, periodista radicada en Seattle que cubre temas de ciencia y sociedad, dice que a menudo realiza entrevistas a través de notas de voz de WhatsApp, un método que, en su opinión, produce una conversación más natural y menos rebuscada que los mensajes de texto. Además, las notas de voz permiten a las fuentes responder cuando tienen el tiempo para hacerlo.

Otros científicos pueden preferir comunicarse estrictamente por correo electrónico, a veces por razones que pueden resultar menos familiares a los reporteros acostumbrados a utilizar solo fuentes estadounidenses o europeas. Mukunth dice que este es el caso, por ejemplo, de algunos científicos del gobierno indio, que pueden necesitar mantener registros escritos de las entrevistas o que las respuestas sean aprobadas por sus superiores.

En cualquiera de estos lugares, la paciencia y la mente abierta son fundamentales. Las preferencias en cuanto a tono, saludos y demás pueden variar mucho de un país a otro, incluso de una persona a otra; nunca está de más tratar de repasar la etiqueta local, siempre que sea posible, aunque solo sea para saber si una fuente prefiere que se le llame “doctor”, “profesor” u otra cosa. Y en ciertos casos, pueden entrar en juego consideraciones culturales en torno a los propios periodistas. En la India, “sé por experiencia personal que la mayoría de los científicos no saben ni entienden por qué existen los periodistas científicos”, dice Mukunth. “Para ellos, la revisión por pares es la forma más elevada de verificación del conocimiento… creen sinceramente que no se gana nada comunicando conceptos científicos avanzados al público en general”.

Navegar por esas situaciones puede requerir un poco de creatividad extra o establecer una relación más fluida con la fuente. Puede que surjan pasos en falso sobre la marcha. Cuando ocurran, ayuda ser franco: discúlpate, dale las gracias por avisarte y considera la posibilidad de pedirle consejo para no volver a cometer el mismo error.

Las barreras lingüísticas también pueden requerir más trabajo. Algunas fuentes se sienten cómodas hablando en inglés, pero tienen acentos que dificultan el uso de determinados programas de transcripción. Mukunth dice que ha observado que muchos programas tienen problemas con los acentos indios, por ejemplo, lo que hace que la transcripción manual sea una opción más segura. (Algunas herramientas de IA de código abierto en desarrollo, como la herramienta Whisper de OpenAI, podrían mejorar pronto el reconocimiento de acentos).

También es posible que algunas fuentes se sientan más cómodas hablando en su propio idioma, lo que podría hacer necesaria la traducción. A veces, las herramientas de IA son suficientes. Pero para obtener la máxima precisión y matiz, lo mejor suelen ser los traductores humanos. Cuando reportea en el extranjero, Yan colabora a menudo con periodistas locales, a veces llamados “fixers” o (como prefiere Yan) “productores” —una gran opción si se maneja de una forma ética—.

Estas y otras consideraciones pueden alargar los plazos del reporteo —que también pueden dispararse al contactar con fuentes en zonas del mundo sin internet fiable, debido a factores como la situación socioeconómica, las catástrofes naturales o los disturbios civiles—. La clave es la paciencia, dice Mukunth.

Esa paciencia es especialmente importante cuando la raíz de un retraso en la respuesta es, para la fuente, un problema más urgente que la necesidad de responder a una solicitud de entrevista. Y la espera suele merecer la pena. Por un lado, escuchar a una fuente explicar estas circunstancias puede enriquecer la comprensión del reportero de la situación científica que estás tratando de captar, sugiere Dieb.

Estas consideraciones no siempre son fáciles o intuitivas. Pero no hay nada como conocer de primera mano los esfuerzos científicos desde el lugar donde se realizan —así como lo que está en juego—. Y a medida que se amplían las redes internacionales, puede resultar más fácil hacerlas crecer aún más. Y los conocimientos adquiridos al superar algunos de estos obstáculos logísticos pueden hacer que los reporteros sean mejores en su trabajo incluso cuando entrevisten a fuentes más cerca de casa.

 

 

Karen Emslie Cortesía de Karen Emslie

Karen Emslie es periodista freelance especializada en ciencia y tecnología. Su trabajo ha aparecido en Wired UK, The Atlantic, Knowable Magazine, BBC Earth, National Geographic, Smithsonian, Aeon, Medium y otras publicaciones. Colabora habitualmente con Communications of the ACM. Síguela en Twitter en @damnrebelbitch.

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